El miedo es el método. La noche
es un método
un
dispositivo americano
de estrellas
sangrantes.
El lucro no
cesa.
Quién sea
consciente de esto
desde la más
tierna edad
sabrá
obtener y gobernar
los
beneficios de nuestra era,
una
provechosa physica
para la edad delicada.
La Compañía
de la India Oriental,
lo sabía. Muchos hombres trabajaban para ella.
Tenían un
bello slogan:
Now, the
dream of men and billions.
Aunque por
mucho aburran
sus clases
medias, el león de tercipelo
cosechó odio
y amapolas.
Luego se
refugió en su corte.
En el negocio, el despojado luciría feliz.
Era la esencia
de la navegabilidad
de los ríos
interiores.
¿Cuánto
cuesta el río?
This
riverside, how much?
¿Cuál es el
valor del río?
Del río, su
peso en plata,
su velocidad
en cueros.
El oro en el
centro de la velocidad
de la
civilización del cuero.
El poeta
Álvaro Cormenzana,
vestido con
su camisa de luces
ha sabido
explicar muy bien
esta metáfora
alzando
una hebra de
pasto fluorescente
en su
discusión con Mansilla
por la
influencia de los alfalfares
en las
letras nacionales.
Pero sigamos,
que no hay
leyes absolutas
que
defiendan la existencia de los pueblos
así ese
pueblo sea un pueblito
como
Maimará.
Las muchas formas
de explotación
producen
otras tantas de resistencias.
El opio de
la India
que vendían en la China
era la
comercialización continua
de ese
extraño verbo
que goza y
muere
en el cuerpo.
Según
Montgomery Martin:
comerciar
seres humanos
resulta más
provechoso
para el alma
que traficar
drogas
después de
todo a un negro, decía,
lo queremos
para que reditúe, de ganancias.
Solía
jactarse en el café
tomándose un
brandy.
No
envilecemos a los negros, decía
mirando a su
alrededor
despaciosamente
y con fría
calma
saboreando
el trago,
no
corrompemos lo suficiente
su mente pero
el vendedor de droga
mata el
cuerpo, ese templo,
luego de arrastrarlo
a la infelicidad
de los pecadores
de los pecadores
alimentando
las fauces de la bestia
Moloch,
altar del asesino británico
y el suicida
chino
y que recibe
las ofrendas
rituales
sin decir
nada.
Con
psicología satisfecha
Montgomery
Martin, se acariciaba el bigote
era el
último artista
que transmitía
en directo las noticias
de paz y
prosperidad imperial.
La película
porno del Imperio
que podría
llamarse aquí,
Los Miembros Informantes
Así, toda la
tristeza escondida
a lo largo
de la Larga Marcha,
de su
avenida infinita y victoriosa,
absurdamente
condenada
por su falta
de claridad. Yo me pregunto:
¿qué es,
marchar en la oscuridad?
¿Cuál es el
problema?
UNO: Los
chinos no pueden ser
a un tiempo
consumidores
y adictos
sin embargo
al aumentar
el consumo de drogas
se alza la
demanda global de mercancías.
Un círculo
vicioso donde
despliegan
su tienda.
DOS: Los
chinos no paran
de consumir
drogas,
lo admiten
en todas partes.
TRES: Los
portugueses trajeron
a China
desde el Turquestán
el opio y
cuerdas para laúd,
fueron sus
únicos importadores
con licencia
exclusiva
de los
doscientos cajones
de
novecientos kilos c/u
que consumía
la nación más
poblada del
mundo para
uso
medicinal.
En mil
setecientos setenta y tres
el coronel
Watson y el vicepresidente Wheleer,
sugirieron a
la Compañía de la India Oriental
la idea de
emprender el tráfico de opio a China.
En mil
setecientos noventa y ocho
La Compañía
dejo de explotar
directamente
el opio para
elaborar la
droga en India y contratar y dar
licencias a
barcos privados
para que
trafiquen exclusivamente
lo elaborado por la Compañía,
bajo
apercibimiento
si se
observaba el transporte
de sustancias
de otras plantaciones.
de otras plantaciones.
Escrupulosamente
los buques de la Compañía
no permitían
el transporte de estupefacientes
de uso
privado entre sus pasajeros.
Las rubias
morían de aburrimiento
viendo pasar
las grullas
de cara a un
nuevo romance
bajo la
diáfana alucinación en el boyar
de la abstinencia.
Se duraba
poco en esa situación.
El
Emperador que desde el siglo
diecisiete
hasta el siglo diecinueve se demoró
en firmar el
decreto prohibiendo
el consumo,
permitió, al finalizar ese noble gesto,
que miles de
chinos fueran ejecutados
como perros, echados de los fumaderos
como perros, echados de los fumaderos
y reventados
de un balazo en la cabeza,
de estar nomas,
sin enterarse de nada;
sin enterarse de nada;
mientras por
la puerta que da al callejón
dueños de
locales y policías
arreglaban
impuestos.
La firma del
segundo decreto
prohibiendo el tráfico
prohibiendo el tráfico
llegó
demasiado tarde o no.
Cosa de
civilizaciones pesadas.
Mientras los
bárbaros
defiendan el
principio de moralidad
los
civilizados opondrán el principio de lucro.
Esto es
lastimosamente cierto.
Un imperio
en donde vive
un tercio de
la raza humana
y que vegeta
a despecho de la época
aislado en
su apartamiento forzoso
del comercio
general,
dispuesto a echarse
al monte
y engañarse con ilusiones
de
perfección celestial;
un Imperio
alcanzado
por la mano
muerta del destino
y el polvo que cubre las cosas,
llevado al duelo donde esgrime razones éticas
y el polvo que cubre las cosas,
llevado al duelo donde esgrime razones éticas
frente a la
abrumadora sociedad moderna
que defiende
su sangriento derecho a comprar
en los
mercados baratos y vender
en los más
caros.
Esta es
por cierto,
una copla
trágica, extraña
que poeta
alguno
haya
atrevido imaginar.
Escrito el treinta y uno de agosto
de mil novecientos setenta y tres
en la Ciudad de Concepción
Provincia del Tucumán
“para que la ceniza
no ocupe demasiado lugar.”