martes, 23 de agosto de 2016

Baica Dávalos

























En una entrada de los diarios íntimos de Adolfo Bioy Casares, conocidos como, Descanso de Caminantes, leemos lo siguiente: “La semana pasada, murió en Venezuela Baica Dávalos. Era amigo de Genca y sé que una noche desde una ventana del cuarto piso de esta casa -Posadas 1650- orinó a la calle. Con su mujer, Mamy, solían visitarnos a Genca y a mí en Vértiz; con el tiempo, Mamy se pasó a Jaime, el hermano de Baica. Baica se fue a Venezuela y escribió. A su pedido lo recomendé a la Guggenheim, para que lo becaran; no lo becaron. Era un hombre fuerte, basto, asaz inteligente, bebedor, salteño profesional; desprejuiciado, inescrupuloso, no contemplaba demasiado los sentimientos ajenos; de todos modos, la gente que lo quería, lo quería mucho.”

Juan Carlos Dávalos, apodado “El Baica”, nace en Salta en 1919,  fue el tercer hijo de Juan Carlos Dávalos y María Celesia Elena. Llegó a Caracas en 1959, pronto se dedicó a la crónica y entregó lo mejor de su producción literaria en aquellas tierras. Una cita en la página web de la Fundación Ayacucho, nos informa que en aquel país caribeño fundó revistas culturales y ejerció el magisterio dentro y fuera de las aulas. Dice: “Digamos que Baica era como un adolescente perpetuo en diálogo continuo”. De sus libros, “La piel de las víboras”, (1968) y “La mar en coche”, (1976), inferimos que su maestría residía en la captación de núcleos fantástico en la vida ordinaria del hombre común latinoamericano. También residió en México; escribió más de siete títulos de relatos y crónicas.

Jacobo Regen, con mucho más cariño que Bioy y la Fundación Ayacucho, le dedica uno de sus grandes poemas:

“Quiero que seas mi editor
-dijiste-
Con los Cinco relatos de a caballo

recibirás un giro
y un diagrama.
Si sobra un resto,
guárdalo;
bébelo a mi memoria.”

Pero nunca llegaron
tus palabras.
¿Alguien,
en el camino,
borró las líneas,
estrujó el papel?

Hijo fui de tu padre
sin renegar del mío.
Y en esta tenebrosa
costumbre de morir a pleno día
te llevo con los dos:
uno me ofrece su nudosa mano
y otro el arpa cautiva
que el rey David grabó sobre la túnica
de san Juan de la Cruz.

Hoy edito tu muerte
y la promesa
de visitarte alguna vez.

martes, 23 de febrero de 2016

La velocidad del agua

























Acá había un río
7 guiones para cuentos
Francisco Bitar
Córdoba, 2015

“Acá había un río”, es un libro para leer de un tirón. No conozco lectores que le hayan dedicado dos jornadas o más de lectura. Su fórmula es simple, como indica la portada: son siete guiones, apuntes precisos y filosos para cuentos extremos. Ameritan una lectura rápida, las historias son esbozos de vidas tan complejas como desesperadas. Podríamos decir que su técnica es la velocidad de la desesperación, bosquejos del dolor de una época. 

La ausencia o debilidad de la figura paterna estructuran los relatos, en ese sentido el libro puede ser leído como una nouvelle en cuya brevedad se hace evidente la desdicha que recorre todas las historias. El relato final, (alerta spoiler!), “Acá había un río y yo lo cuidaba”, restituye por la vía imaginaria una relación filial y funciona como cierre de la carencia insinuada en los relatos previos. La economía de recursos le permite al autor presentar los personajes en sus actos y sus frustraciones sin necesidad de sumergirlos en psicologismos que afecten la saga. 

Maximiliano Crespi, ha dicho sobre la obra: “La prosa de Bitar es potente y precisa… la trama de sus relatos se trenza siempre en los incidentes y sus personajes son reales porque no se ponen nunca por encima de las circunstancias. Desarman, a veces de manera un poco brutal, como tirando involuntariamente de uno de los hilos sueltos, el tejido de una historia que los excede. Y tarde o temprano descubren, en lo atroz o lo banal del incidente, la áspera textura de la vida misma”.

Francisco Bitar, nació en Santa Fe en 1981. Publicó los libros de poemas Negativos (2007), El olimpo (2009) Ropa vieja: la muerte de una estrella (2011), The Volturno Poems (2015). El volumen de cuentos, Luces de Navidad (2014). Tuvo a su cargo la edición de Trabajo nocturno, poemas completos de Juan Manuel Inchauspe y es uno de los antólogos de “30.30”, Poesía argentina del siglo XXI. Tradujo, entre otros, a Jack Spicer, “Quince proposiciones falsas contra Dios”, (2009).

Editorial Nudista, una vez más, ha sabido reunir en su catálogo a los exponentes más destacados de la narrativa contemporánea.


sábado, 30 de enero de 2016

Deportes extremos














Cacería de Guanacos
y otros deportes de riesgo
Rosana Gutierrez
Buenos Aires, 2015

Cuando se quita los ojos del poema se piensa en la Libertad.

Obra bufa, esta comedia es una parodia desenfadada del propio acto de narrar. Lo que se revela con su lectura es una poética del caos. Toda la “cacería” no es más que una persecución gozosa, estética. No importa aquí lo narrado, el deporte extremo propuesto es la búsqueda de sentido. Condensa imágenes y fórmulas lingüísticas, citas literarias, cinematográficas y musicales en un desconcertante extravío. Todo el encadenamiento de situaciones planteadas es una carrera absurda. Al concluir su lectura no sabemos qué hacer con él libro.

La edición trae un bonus track de tutiplenes concebidos por la autora como una colección de epifanías de delicada y cínica precisión estilística.

Carlos Busqued, ha dicho de “Cacería de Guanacos y otros deportes riesgo”: “La literatura argentina se murió justo el año pasado, pero si no, este libro llegaba justo… Una especie de complejo entramado de líneas de Nazca que, visto desde el espacio, revelan su verdadero significado al cosmos: PUTO EL QUE LEE “.

Rosana Gutierrez, es poeta y narradora. Publicó en diversas antologías: Letras de la Conjura, Narradres argentinos contemporáneos – Siglo XXI y Revista Gulliver. Su primer libro de relatos, Consideraciones acerca de Tutiplenes y otros frutos del mar, fue publicado por Aurelia Rivera Libros en 2008.