En
los trece cuentos reunidos por Daniel Medina, bajo el nombre de Oparricidio, no asistimos al asesinato
de cretinos si no a trece ficciones que pretenden un crimen en la literatura
salteña o al menos, representar la muerte de sus operías.
Hasta
hace algunos años la figura del opa transcurrió en la mecedora de la literatura
salteña como un mito, un personaje anclado en el imaginario local como un
idiota pasivo por el cual conmiserarse; que se dejaba pasear por la ciudad en
el bochorno de sus siestas, y al cual las familias preferían ocultar en el
fondo de sus casas o liberar en la incierta solidaridad de las fiestas
religiosas. Quizás haya sido Juan Carlos Dávalos, quién primara en retratar y
elogiar virtudes de este antihéroe absoluto que acompañaba el tránsito lento de
la parsimoniosa “Cotópolis” El artista no trata con desdén a los opas, y estimo
que cualquier interpretación en contrario no puede observar la nostalgia ni la
soledad de la época. Con los años el inefable “Cuchi” Leguizamón, señalaría que
las fáusticas virtudes del cretinismo se habían trasladado a cierto prototipo
salteño dado a las formalidades y a las ceremonias, que conservaba cierto vicio
por las convenciones, y al cual definía como “opa solemne”. Lo curioso de la vida salteña es que aquellos
eufemismos parecieran haberse disparado hacia lo Real, a una escala que terminó
por encauzar una numerosa legión de seres autocompalcientes como modelo social.
El rol del Estado y las prácticas de ciertas instituciones, aparentemente, no
fueron ajenas a la proliferación del fenómeno.
El
oparricidio de Daniel Medina, ya no registra aquellas figuras folclóricas, observa estos nuevos “opas sociales” y apunta
a las operías contemporáneas. Pone en acción a estos sujetos atrapados en su
obviedad, en su alegre capacidad para asumir lo banal como fundante y que hacen
de lo cotidiano, verdaderos ritos de sentido que regulan la vida. Satiriza sobre
aquellos que han hecho de la autoestima y sus excesos, una moralina
prejuiciosa; sobre el snobismo provinciano; sobre aquello que las familias ya
no ocultan si no que exhiben como modelo al haber perdido el encanto de la
discreción para ofrecerse como portadores de una “salteñidad” de difícil
digestión, cuando no, escandalosamente
violenta.
En
trece relatos breves y salvajes, Medina logra confirmar un estado de excepción.
Trata la envidia, la doble moral, el ocio, la esquicia y la desesperación, con especial habilidad literaria. Sin lugar para el asombro, todos
los relatos conducen al abismo, al horror y a la desdicha.
Difícilmente
un libro de cuentos pueda resolver un estado de corrupción social; un conjunto
de nuevos editores, autores y prácticas, ya pueden dar cuenta de una situación
que crean pobreza, estado policial y corrupción política. Erradicar el
fenómeno requiere algo más que pura literatura.
De
estas narraciones realistas que ha editado la productora literaria jujeña,
Intravenosa, se destacan nítidamente dos que se apartan de esta moda
visceralista, (el homenaje a Bolaño, se evidencia en el “El viaje
inolvidable”,) y que recrean la vida
virtual en los media impregnada de localismos: “Game Over” y “Reality Show”
(los títulos en inglés ya adelantan demasiado de lo que allí puede leerse). Una
verdadera guerra de sueños cotopolitanos.
Como bien señala la nota editorial que acompaña la contratapa del libro. "Oparricidio" es un libro que está destinado a marcar, junto a otras publicaciones "una literatura que renueve el campo cultural salteño".
El epígrafe del libro ilustra al desprevenido lector, no tanto en el advenimiento de una literatura como en saber situarse frente a la inquietante experiencia literaria: “Siempre es divertido hasta que alguien se lastima. Ahí se pone hilarante”
Como bien señala la nota editorial que acompaña la contratapa del libro. "Oparricidio" es un libro que está destinado a marcar, junto a otras publicaciones "una literatura que renueve el campo cultural salteño".
El epígrafe del libro ilustra al desprevenido lector, no tanto en el advenimiento de una literatura como en saber situarse frente a la inquietante experiencia literaria: “Siempre es divertido hasta que alguien se lastima. Ahí se pone hilarante”