jueves, 27 de enero de 2011

Desprendimiento del fantasma

vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Francisco de Quevedo



Para un efectivo desprendimiento del propio fantasma primero debe asegurarse de estar muerto. Aquí se requiere de certezas. La muerte es una condición ineluctable para el desprendimiento del fantasma por el simple hecho de que no hay fantasmas de seres vivos, al menos no en la forma en que entendemos al espectro o alma. La muerte es necesaria porqué con ella viene el primer paso en la conciencia del ser fantasma, la inmovilidad. En los primeros momentos de la muerte uno no sabe que esta muerto. Cree que puede respirar y aún pestañar, cuando descubre esa imposibilidad, y esto sucede pasados algunos minutos después del deceso, entonces uno comienza a reconocerse como muerto. Lo primero que se observa es el propio cuerpo inmóvil, que ha dejado de ser lo que era, un instrumento que se hereda de la naturaleza y que ahora sin pensar demasiado, hay que abandonar. Desde la posición horizontal, si se ha tenido la suerte de morir así, podrá observar y escuchar lo que sucede con su muerte. Será inevitable la desesperación, deberá ser fuerte, esta ya no sirve para nada, tendrá que soportar el llanto de los deudos, las confesiones intempestivas, la soledad de la situación. El primer impulso será el de tocarse, observarse las manos, alzar la cabeza y mirarse la punta de los pies. Es natural. La incipiente sensación reconocible será la de estar dentro de un sueño, y tanto como en la realidad de la vida, si es que el sueño forma parte de esa realidad, la primera afirmación de personalidad será observarse las manos; no se espante, no podrá verlas pero podrá sentirlas. Sentirá su peso, el ejercicio de la querida articulación al cerrase, podrá extender los brazos y no podrá aferrarse a nada, por eso mismo deberá conservar la calma puesto que si alguien llora no podrá consolarlo, a cambio, podrá verlo y escucharlo. Pronto se dará cuenta que no puede emitir sonido, nada saldrá ya de su boca; si bien esto puede angustiarlo, comenzará a tomar conciencia de la situación, de los pro y los contra de la misma. Podrá observar los primeros síntomas del olvido; podrá percibir la congoja, el odio o la indiferencia de los deudos; que ya no podrá influir con gestos o palabras en el mundo de los vivos. Apreciará, al fin, la corrupción de la materia sobre la que descansa la vida. Entonces, querrá erguirse, dudará un momento, tomará confianza y sabrá que no causará ningún espanto. Si mantiene la boca abierta no será por necesidad física, será más bien por asombro. La pérdida de los sentidos que lo han acompañado será paulatina, las sensaciones se irán disipando o mejor aún, se fundirán en un sin sentido de la percepción. Habrá notado o recordará que los muertos padecen de frío y eso será lo único concreto que lo remita a su memoria corporal, percibirá el frió en su penetrante laceración, deberá asumirlo, es solo la memoria del frío. Si usted actúa con cautela y decide no incorporarse, perderá las posibilidades fantásticas del movimiento. Aquellos que extrañen la vida y se rindan al temor, no gozarán de la situación y de muertos viejos, penarán en el calvario. Muerto, podrá moverse libre dentro y fuera de su cuerpo. Verá finalmente que su yo, su verdadero yo, aquel de la mortal envoltura, es mucho más flexible y ágil. Si su atención se dirige a estos primeros detalles, tendrá un futuro venturoso como fantasma, sino, sabrá que le esperan años de estoica inmadurez y triste provincianismo. Si es ágil y rápido sabrá dejar atrás la memoria que tenía del frío y asumirá mejor el nuevo escenario. Un escalofrío inicial recorrerá lo que fue su espalda, será un desgarramiento sin dolor pero la sensación de desprendimiento no será sin angustia, al fin y al cabo está deshabitando un lugar entrañable. Ese desprendimiento lo alejará del sentido de las palabras. Téngase confianza, ingresará a un espacio alucinatorio y deberá acostumbrase a la física del lugar, a la cambiante disposición de una vida inmaterial. Verá, podrá levantarse y observarse a si mismo lo cual es toda una novedad, si quiere comparar piense en el espejo y tendrá por ahora y hasta su muerte una vaga idea de lo que le espera cuando se encuentre con sus restos; querrá compadecerse y una ligera nostalgia como una nube se instalara en su pecho pero al final del impresionante shock que será clavar su mirada en sus propios ojos vacíos, sabrá reponerse. Es tanta la conciencia que carga un fantasma que rápidamente recuperará la autoestima. Ahora resta ponerse en pié. No podrá, usted flota insensible preso de una nueva decadencia que no requiere del tiempo para expresarse. Si no escribió un libro, difícilmente alguien vuelva a conversar con usted. Será importante no mirar atrás, no habrá despedidas, todo será cómo una ligera bienvenida y algo no pensado le permitirá desplazarse entre paredes y superar alturas; nada le pertenecerá, no podrá aferrarse a ninguna cosa, el sentido de posesión está firmemente anclado en la conciencia y será su yoga el desterrar ese forjado materialismo. No será fácil, esto sucede una sola vez, cómo en la espontánea decisión por la vida, el desprenderse en fantasma hacia la muerte.