martes, 14 de noviembre de 2023

puro murmullo

presentación del libro puro murmullo de Rosa Machado, Vieja Usina 4 de noviembre de 2023 Salta

puro murmullo de Rosa Machado, anuncia un discurso que todavía no es poesía y reúne en un libro de poesía lo que es una instantánea de nuestro tiempo. Convocado a presentar este último libro de Rosa, sentí que era la oportunidad para destacar a la poeta de los llamados, la de los salmos y canciones que siempre nos conectan con una situación preexistente al momento de componer sus libros, que nos invitan a concentrarnos en su dispositivo verbal para absorber y captar lo que sus poemas anuncian. 
Quiero recordar antes de introducirme en el poemario que Rosa Machado ya era una poeta que despertaba un interés literario aún antes de tener publicado su primer libro. Rosa pertenece a esa generación de autores del interior que por una razón material o existencial, pudieron publicar cuando en ellos ya maduraba cierta sensibilidad en el uso de la palabra.
Hacia 1981, Walter Adet la incluye en su reversionado, Cuatro Siglos de Literatura Salteña , afirmando que se encuentra, “entre las novísimas generaciones de poetas que han asumido su destino a través de una búsqueda empeñosa y auténtica”. Al presentar este panorama Adet desliza la idea, los jóvenes comienzan a escribir “de espaldas al paisaje”, desconfían de ese trabajo dejado “en manos de profesores a profesores”. Anuncia una ruptura inevitable, cito: “…sustentada en nuevos elementos sociológicos y artísticos. Es el desprendimiento generacional de los más jóvenes, acaso lúcidamente parricidas, porque todo poeta que no empieza por aniquilar a sus padres (o simplemente a sus antecesores) vive en una permanente disposición al suicidio”. Observa un trabajo en la forma, en la puntuación y cierta rebeldía que puede entenderse como desinterés en el sistema literario salteño, es decir en el esfuerzo inútil por alcanzar cierto reconocimiento o prestigio social. En ese agrupamiento de poetas ya encontramos a Rosa, desafiando los sueños de su abuela, la melancolía de la madre o mitificando las travesías ferroviarias del padre.
En los ochenta encontramos a Rosa nuevamente convocada a participar de un libro extraño, de los muchos libros raros que pueblan nuestra literatura, La nueva Poesía de Salta , compuesta por Horacio Armani, donde vuelven a repetirse nombres que ya figuraban en la reunión hecha por Adet, algunos subsisten inéditos. Ha pasado una de las grandes tragedias argentinas, la dictadura más cruel de la que tengamos memoria en nuestro atribulado país. Afirma Armani que entre los poetas seleccionados “…muy poco los acerca al tono de las generaciones anteriores”. Destaca el haber perdido “el amor a las formas”, dice: “…no hay sonetos, ni coplas;no hay ritmo tampoco en el verso libre… Aparecen desnudos y despojados de todo elemento musical o sensorial y sus temas ya no transitan los caminos que regresaron posibles, en la poesía anterior, definen una marcada personalidad que hacía de la naturaleza y los habitantes de su tierra un motivo esencial del canto”. Leemos con Armani que esta joven escritura en ciernes se va despojando de algunos elementos o figuras retóricas. Cito: “…estos jóvenes parecen haber asumido ese compromiso cosmopolita”, agregamos: de una Salta que aún a comienzos de los noventa no terminaba de asumir la furiosa complejidad posmoderna. Convengamos que por entonces en el ámbito nacional se está configurando una generación particular, dislocada, que como definirá Tamara Kamenszain, “testimonia sin metáfora, narra sin prosa, escribe sin libro”. Rosa se encuentra firmemente anclada en este módulo histórico y en ella cabe lo que termina por expresar Horacio Armani en su fabuloso encuentro con esta generación salteña: “…los temas inspiradores, entonces, son subjetivos y transmiten el descontento del habitante de las grandes urbes. . . Su poesía aparece como inclinada a la vertiente de lo subconciente. Desolación y desesperación, espejismos oníricos y desesperanza temprana ante un destino que quizás los arrastra, como nos arrastra el destino del país…”. Díganme si estas palabras acaso no definen los versos de Gustavo Rubens Agüero, Jesús Ramón Vera, Raquel Escudero o Raúl Rojas, entre otros tantos protagonistas.
Con el paso del tiempo Rosa Machado fue consolidando una obra que hasta 1993 sólo se había publicado en periódicos, alguna revista literaria o mencionada en estas reuniones antológicas de las que hablaban. La última incorporación de Rosa a estas reuniones es la que realiza Santiago Sylvester en 2003 en su notable Poesía del Noroeste Argentino Siglo XX . Rosa llega a esa reunión ya con tres libros publicados: Canción de la ballena (1993), Fiesta de mandarinas (2000) y Salmos domésticos (2001). En esa enorme antología Sylvester consigna que el golpe de estado de 1976 es una ruptura, tanto por la dispersión como por la persecución y asesinato de escritores, y señala que el elemento globalizador de la cultura define la producción general de poesía donde lo que va desdibujándose es la región geográfica así como los elementos constitutivos verbales y lingüísticos que se contienen en ella. Rosa Machado no es la excepción.
Bien, he querido citar estas fuentes que reúnen el anuncio y definición de la poesía de Rosa en el panorama amplio de su pertenencia a una generación y si se quiere a eso que llaman región.Con su participación en el coro de muchachas y muchachos que sobrevivieron a un crimen, a una pavorosa ecuación de tiempo y lugar, ella se integra alucinada en las filas de la fraternidad de los cocodrilos sonrientes, aún invicta, en el poema Instantáneas personales, afirma: “Fueron tiempos oscuros en mi país/pero nunca entregué la cabeza”. Entiendo que ese solo par de versos haría que un puñado de jóvenes poetas se acercaran a Rosa y reconocieran en ella a su madre maíz, principio de desencanto, raíz de un milagro civil y causa de una nueva poesía. Pero no sólo en el hecho histórico pervive la poesía, esa matriz disruptiva los jóvenes también la perciben en la razón poética de Jesús Ramón Vera. Porque la poesía parece sobrevivir en su heroísmo y en el gesto desproporcionado del fulgurante descubrimiento de belleza con el que tanto Rosa como Ramón han influido e influyen en los más jóvenes, con una radical búsqueda personal tanto en la vida como en la lengua, en Rosa. . . su inquietante mundo íntimo y místico, y la rebeldía maravillada en Jesús Ramón.
¿Pero qué ha compuesto Rosa para perdurar en la memoria y se sostiene en el encanto de repetir sus poemas? Entiendo que Rosa ha compuesto una larga confabulación de versos donde se conjugan ecos y voces que hipnóticamente nos conmueven, acuden a nosotros en forma de susurros o canciones que advierten la emergencia de un universo sensible, atroz, del cual se desprende apenas un frágil sonido, “no es en vano la canción solitaria/y la pena rayando el cielo”, dice en Los geranios. Siendo pedagógicos: es la canción la que está sola, no hay cantante; me dirá la poeta: “es lo real, es lo que hay”. Esta observación ya se anuncia en el título de su primer poemario, La canción de la ballena, donde se invoca lo amado y lo perdido, y más definido aún en ese primer poema que recogen tanto Armani como Sylvester, el “decidero” de La desdentada . : “Yo soy…/la que sufre/pero nunca muere/la que escupe/pero por accidente/la que jamás ignora/y nunca canta…”. “En la palabra está la transparencia”, me explica el fantasma sin dientes de la poeta. En Fiesta de mandarinas, también hay elementos sonoros o verbales que la poeta trabaja, “Las hierbas que curan/las llamo/en el jardín están”. En Salmos domésticos , los versos se develan como verdades del ámbito hogareño, donde la poeta alza sus dominios y del cual extrae todas sus experiencias, como bien ha definido Kuky Herrán a este poemario, “…el universo de lo íntimo, o pequeño, lo doméstico, insignificante”. Seda quebrada segunda parte de aquel poemario, puede considerarse como lo más acabado de la poética de Rosa, en ella se realiza el prodigio de volver a Rosa madre de su madre.Es audaz decir esto porque hoy estamos presentando su sexto o séptimo libro ya, y notamos que la técnica va para largo. De estas pequeñas grandes invenciones está tejida la obra poética de Rosa Machado. 
La osadía de sus imágenes, el desenfado de su lenguaje, el riesgo estético que asume desde su primer poemario, son una pequeña escuela del cosmos finito y doméstico que un poeta ha elaborado en la ciudad de Salta entre fines del siglo XX y comienzos del XXI.
Y ahora, en este puro murmullo encontramos nítidas estas claves para interpretar el apasionado trance de la poeta. El poeta nos ha convocado a acercar la oreja a la llama, al trémulo rumor de la humanidad, a su inquietante trama de voces, al murmullo incesante con que el mundo se cuenta. Uno piensa en libros hechos de murmuraciones; el más sólido y presente de todos, Ulises de James Joyce, o aquel otro muy similar al murmullo de Pedro Páramo de Juan Rulfo, que es de donde se saca el sintagma que da título a este poemario, pienso en La antología de Spoon River de Edgar Lee Master o el Paterson de Williams Carlos Williams, hoy puesto de moda por los más jóvenes, y que no es más que el impulso de Carlos Williams por reproducir el aparato joyceano. Todos ellos libros hechos de distintas voces, donde el recurso transcurre serenamente porque el cuchicheo del mundo es inagotable.
Y aquí estamos ahora frente al desafío de una comidilla, un implacable murmullo de aprobación o desaprobación que ya podemos intuir entre los lectores porque “…el rumor corre como la más rápida de todas las plagas…”, sentencia Virgilio.
De este curioso coro articulado por la autora quiero leerles un poema que resume lo que entiendo en Rosa. Son versos que iluminan su nomadismo, su juego y es un desafío para el lector incauto. El poema se titula, Llamada , y dice así: 

Escucho madre
tus cantos humaniños.
En el aire presente, el tiempo y el espacio.
vibran la dócil singularidad de tus acordes:
el murmullo, el sollozo, el aullido.
Esporas compasivas
que transforman al erizo en amapola,
al ancho mar insomne
en cuna de ballenas y delfines.
Los pájaros gorjean en los acantilados
y desatan la lluvia del relato,
hilando semillas arcaicas
de la lengua sentida
en las hebras humanas de tu vientre.


Por los aciagos días que transitamos y por la pasión poética de Rosa Machado sabemos ahora que las voces primero se convierten en murmullo y luego se alzan en voz alta hasta convertirse en grito.

Alejandro Morandini