“La escritura, tal como la concibo, no tiene un territorio propio. El acto de escribir no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe; del mismo modo, se espera que el acto de leer el texto escrito sea otro acto de aproximación.” John Berger
A mi me gusta leer poemas largos y fumar, echado en el sillón del living, colgar mis ojos de los sustantivos, olvidarme de lo que leo y dejar que me atrapen los nombres propios, las mayúsculas y seguir con la mirada los versos largos, (para mi un endecasílabo es algo más que un verso de once sílabas, es, en todo caso, siempre un verso largo); me gustan que los poemas sean largos, que me dure todo el porrito, y que en lo posible sean narrativos. El poema en verso libre y largo, me encanta, los escritos a la manera de la poesía beat o a lo Cardenal o como esos poemas traducidos que hay de Bob Dylan.
Así es que fue un gusto echarme en el sillón las otras noches que no pude dormir, liarme un fasito y leer el libro de Mercedes Saravia. Su primer libro Mendiga Luz, fue el primero que compré de poeta salteño, no era el primero que leía de autor salteño, (el primero que leí fue Los casos del colla Martin Bustamante, de Julio Díaz Villalba; ese libro y el Martín Fierro, fueron los primeros libros que leí en español, cuando volví a leer en español y recuperé la lengua, hasta entonces y por una buena cantidad de años hablaba y escribía una lengua compuesta mitad español y mitad inglés, sin conocer demasiado a ninguna de las dos, cosa que se mantiene hasta hoy). Debo haber comprado ese libro de Mercedes, algún día entre 1995 o 1996, cuando todavía no había decidido venirme a vivir a Salta y buscaba en los escaparates de las librerías, libros de Manuel Castilla o Jacobo Regen, que todavía se podían conseguir, ocultos entre otros por la indiferencia y la prolífica ediciones de autores locales. Recuerdo que el libro de Mercedes, me había gustado, me había llamado la atención que su autora fuera psicóloga y pensé que caer en su consultorio sería providencial para cualquiera que quisiera comenzar un análisis o una carrera literaria. Salta me parecía una ciudad culta, todavía. Pensaba entonces y ahora lo sigo sosteniendo aunque con menos convicción, que para erradicar tanto provincialismo católico de la conciencia salteña harían falta unas cuantas mercedesaravia, trabajando en la cantera. Es decir, confiaba mucho más que ahora en el psicoanálisis. Tic’s de la época. En su libro, Mercedes, podía observarse, abismarse, analizarse y finalmente publicitar toda la operación bajo la intimidad de su luz. Era un libro encantador en una provincia que perdía rápidamente sus encantos.
Ahora, luego de muchos años, de análisis, de falsos análisis, de pérdidas, separaciones, descarrilamientos varios y nuevos asombros, me encontraba tirado en el sillón con mi cigarrito entre los labios dejándome cautivar nuevamente por los versos de Mercedes. En estos años que vivo en Salta, llegamos a conocernos, aunque no a frecuentarnos, abocado cada uno a sus tareas, fingiendo que la ciudad es grande y que nuestras actividades no coinciden. Siento que el conocimiento que tenemos uno del otro es sincero, personal, amistoso y que por lo mismo, guardamos una respetuosa distancia. A mi me gusta que ella edite sus hojas de poesía, a veces pasan años y es lo único, junto a la revista CLAVES, que se edita en la ciudad. Claro que también están los premios provinciales, (a esta hora, ya todos los poetas del valle están premiados y tienen su libro impreso por el gobierno de turno). La modorra provinciana a veces es ofensiva. Pero ahora Mercedes, ha obtenido el Primer Premio Provincial de Poesía.
Filamentos, es un libro de versos ordenado en cinco partes que reúne distintas expresiones o formas de indagación poéticas. A mi me gusta la primera parte: los poemas son largos y llenos de nombres propios, uno puede abandonar la vista sobre las letras y sentir el efecto poético en esa acumulación de sentido, (aquí hay que hablar de Cho Seung-hui, el más largo y performativo de todos, hace recordar al realismo norteamericano y la posibilidad de la crónica dentro del verso). En la segunda parte versifica sobre poetas y también dice mucho de sus elecciones estéticas, aunque también afectivas, (¿acaso no es lo mismo? uno de los poemas recuerda a Joaquín Giannuzzi, y otro al enorme Joseph Brodsky, sus interminables endecasílabos, su prodigiosa habilidad para domesticar instinto a fuerza de fecundas interrogaciones sobre el estado de la libertad, movilizan en mí el profundo deseo de explayarme sobre su obra, pero ahora no).
Me encanta que uno de los poemas lleve un acápite o epígrafe, con palabras de Juan Domingo Perón, me parece sencillo y genial, como todo lo sencillo y genial que se puede encontrar en la poesía.
La tercera y cuarta parte del poemario se parecen más a la Mercedes Saravia, que leía cuando decidía si me venía o no a vivir a Salta; fue un gusto reencontrarla en sus filamentos y conjunciones: echa luz sobre si, no sobre el camino, en la vasta pampa oscura de la realidad, como un monje sosteniendo una lámpara de papel, resiste la intemperie y hace de la precaria gloria de la poesía un reducto de intimidad. En la sección denominada Mujeres recurre a una disposición tipográfica que ayuda a completar el sentido de lo partido del tema. No se si se entiende, pero el conjunto es muy entretenido.
La quinta y última sección esta compuesta en dos tiempos y se denominan Policiales y Obituarios. No sé porque me recuerdan a los Obituarios del poeta boliviano Víctor Hugo Vizcarra, siendo tan distintos, (ahora que menciono al boliviano me han dado ganas también de escribir acerca de este fenómeno, quizás el que más influencia este ejerciendo sobre las novísimas generaciones de poetas paceños y cohabambinos, al punto que pocos podrían ser considerados poetas si no han pasado largas noches junto a un fueguito debajo de un puente). Pero convengamos, Mercedes lee poesía aún cuando se trate de las últimas páginas del diario, y a mi me gusta que Mercedes siga leyendo de esa manera lo que es pan para hoy y hambre para mañana.
El libro, editado por el Gobierno de la Provincia de Salta, es bastante sobrio para lo que uno podría imaginarse que edita este gobierno. Peor es nada, y ya hemos vivido momentos peores; supongo que comprender no es aceptar pero de esa forma se va adquiriendo la manera provinciana de prender y apagar la luz. Mercedes, que vive con sosiego su condición mediterranea, luminosa, no deja resquicios para las sombras.