miércoles, 27 de agosto de 2025

KUKY






















Ira justa y amor profundo

 

“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.”

Carlos Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, 1852

“¿Quién dijo alguna vez, y con qué razón, que la poesía pudo siempre prescindir de la historia, pero que la historia no podrá nunca prescindir de la poesía?”

Walter Adet, “Poetas y Prosistas de Salta, 1582 – 1973”

    En el norte argentino, donde los abuelos lo dieron todo por el mañana lejano, donde antiguas ignominias modelan la vida y en ella, agobiadas, las jóvenes generaciones trazan con sus versos los nuevos campos de batalla, acompaña sus antífonas el paso militante de Teresa Leonardi Herran. Sin su pasión poética hoy seríamos más desdichados. Su virtuosa abnegación y su lúcida claridad quedarán largamente entre nosotros alumbrando la larga marcha por la dignidad y la justicia, y más aún, cuando al escribir sembremos las semillas de las alegrías futuras en la conciencia de quienes alcanzarán la victoria.

    Hambrienta de verdad y belleza, libró una vida intensa en la provincia literaria que la vio nacer. Fue en Salta, en 1938. Transitó su infancia entre Jujuy y Tucumán hasta que su familia se estableció definitivamente en el apacible valle.

     “Mi mamá era maestra, mi papá era empleado. Ahora a él le gustaba leer poesía y copiaba las poesías que le gustaban. Y yo accedí a su cuaderno. Y comencé leyendo Darío, Almafuerte y cuando uno lee poesía… en todo lector ya hay un escritor… esas son teorías actuales que me confirman lo que yo sentí. El leer con gran placer y saber que es una actividad que no la vas a dejar hasta tu muerte, ya está diciéndote que vos también vas a escribir […] En ese momento, cuando era adolescente, la temática era el amor. Soy una persona que le ha dado mucha importancia al amor.” 

     Estudió en la Escuela Normal, y desde los quince años, según ha declarado en diversos reportajes, la literatura fue su pasión. En aquellos días ejerció lo que ella definió como “una timidez casi patológica”, ante el rostro de la abulia conservadora. Sus compañeras de colegio la apodaban “la muda” mientras ella soñaba con libros y una remota carrera de medicina.

   En 1958 ingresa a la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional de Tucumán, donde comienza su interés por la política de la mano de grupos reformistas. Ese año la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu convoca a elecciones proscribiendo al partido mayoritario y gana la presidencia Arturo Frondizi; bajo su gobierno van a converger obreros y estudiantes en una dinámica confrontativa en contra de las proscripciones políticas y el saqueo del patrimonio nacional. En la apacible provincia gobernaba Bernardino Biella. Son los años del roce en las calles entre quienes apoyaban la educación laica y quienes apoyaban la creación de universidades privadas para otorgar títulos habilitantes, enfrentamiento que alcanzaría también el letargo provinciano y a sus instituciones “libres”. El 1 de enero de 1959 ingresan a La Habana las tropas del Segundo Frente Nacional del Escambray comandadas por Eloy Gutiérrez Menoyo, al día siguiente marcharán sobre la capital cubana las tropas comandadas por Camilo Cienfuegos y Ernesto “Che” Guevara, y la historia y la juventud latinoamericana no volverían a ser las mismas nunca más, y esto incluye la vida de nuestra poeta. Con posterioridad a estos hechos Kuky se incorpora al Departamento de Humanidades de Salta.

   Compartió sus primeros versos con amistades y colegas transitando ese hervidero de futuro y de formas que fueron los años sesenta.

    “Mi primera publicación fue una plaqueta de poemas, Todo el amor, editado por la Dirección de Cultura de Tucumán en 1969. Ser escritora tenía una doble desventaja: ser mujer y ser del interior -eso también lo sufren las voces masculinas-, publicar era excesivamente caro. En el Departamento de Humanidades -que entonces pertenecía a la Universidad de Tucumán-, iniciamos reuniones para defender las posturas femeninas. De ellas participaban: Yolanda Fernández Acevedo, Zulma Palermo, la inolvidable Ana María Giacosa, Marta Serrano y Celia Aiziczon […] leíamos y comentábamos libros de Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, etcétera […] Para mí, el modelo de mujer libre y talentosa fue Sara San Martín, auténtica escritora: toda su vida es poesía” 

    Ethel Mas y Yolanda Fernández Acevedo podrían contar magníficas anécdotas de los días dorados no exentos de experimentos con la palabra y la voluntad, como el periódico aquel mimeografiado, “Dyonisos”, hoja de poesía que quiso ser revista que ya nadie conserva y sobrevive en la conversación de unos cuantos. Para ingresar en aquel círculo de amistades era necesario tener opinión formada de “En busca del tiempo perdido”, de lo contrario podía uno considerarse excluido. En un retrato de esos días, Sara San Martín bosqueja en un inédito, la atmósfera que rodeaba al legendario Departamento de Humanidades:

    “En las tierras altas el Búho de Atenas no alzó el vuelo todavía. Apenas ha chistado o se ha limitado ocasionalmente a asustarnos un poco anunciándonos el acecho de las sombras. Aquí, en Salta, el Búho tiene una versión en nuestro ‘Atajacaminos’, un ave ojerosa con la que la gente campesina no gusta encontrarse porque afirma que es presagio de muerte, cuando imprevistamente se cruza delante del viajero y le sacude en la cara dos aletazos y un chistido, como desafiándolo a meditar sobre la finalidad del camino. Volviendo a nuestra opinión inicial, podemos asegurar, siempre alegóricamente, que el chistido y la sombra escurridiza del emisario pareciera intensificar su presencia, en estos últimos tiempos, entre las milenarias abras y los antigales silenciosos. Hablar de Filosofía en Salta, que está en plena siesta de cigarras, es impropio; hablar de inquietud filosófica es acaso menos osado porque existe esa inquietud. El público que acude a escuchar las ocasionales conferencias filosóficas, revela calidad espiritual, en un vasto sector de la comunidad realmente ávido de aproximación a la verdad…” 

    Egresada del Departamento de Humanidades, ejerció la docencia universitaria recién recibida. Fue auxiliar del profesor Jorge Estrella en Introducción a la Filosofía. Era la Universidad de Salta que recibía en sus aulas a los hijos del pueblo trabajador y a intelectuales como Rodolfo Kush. Quizás entonces trabó amistad con Holver Martínez Borelli, quien la introduce en los círculos literarios salteños:

    “Entonces él fue el que me lleva. Ahí estaba toda la generación del 60. Estaba Perecito, Santiago (Sylvester), Walter Adet, Jacobito Regen, Benjamín Toro, Andolfi, Ahuerma. Los más jóvenes de ellos eran Juan Ahuerma y el Teuco (Castilla).” 

    En esas rondas de poetas que afanosamente pugnaban por desprender su literatura de la sombra viva de Juan Carlos Dávalos, ensayando una perturbadora angustia existencial y un afán de transformación, Kuky leyó sus primeros poemas. Con los años encarnó definitivamente al grupo. Si bien Salta ya conocía la presencia de voces femeninas en el arte de la versificación, como ejemplos, María Angélica de la Paz Lescano y Mercedes Clelia Sandoval, con Teresa Leonardi Herran, estamos frente a un conocimiento disciplinado, instruido en la cultura clásica, en familiaridad con otras lenguas, y una condición de clase que no aparece en ningún otro componente generacional y nos posiciona ante una razón literaria de excepción.

    La historia de la literatura de Salta registra hacia abril de 1971 que Kuky publica una reseña al libro “Homo Religiosus”, de Giorgio Zunini en el Suplemento Literario del diario La Gaceta de Tucumán. Seguramente quede atrapada entre las ya crocantes hojas de las páginas de los diarios El Intransigente y El Tribuno de Salta, alguna otra nota con sus observaciones estéticas. Quizás así comience su abrumadora intervención crítica en el campo literario, continuando el impulso opinante de Francisco Herran, su esposo y padre de su hijo Martín, quien desde mediados de los sesenta destilaba en las páginas culturales de la prensa salteña variadas consideraciones sobre libros y los escasos acontecimientos artísticos de la época que no fueran las monótonas expresiones folclóricas.

     En 1973 Walter Adet, consigna su presencia literaria en los párrafos finales de su imprescindible, “Poetas y Prosistas Salteños 1582 – 1973”, dice en su última página:

    “En 1973 publica con mayor frecuencia Teresa Leonardi Herran, en ascendente producción; y a punto casi de finalizar la impresión de estas páginas se conocen en Salta los primeros poemas de Baltazar Dávalos (1952), de original y noble acento lírico” 

       Esos años, quizás meses, de la experiencia democrática en la recién creada Universidad Nacional de Salta serán decisivos para la formación sensible de la poeta. Participa en los concursos literarios provinciales de 1973 obteniendo el segundo puesto y posterga la publicación de sus poemas hasta 1985. Esta entrada en el mundo de las publicaciones que demora la edición de sus escritos, juega en esa suspensión una instancia determinante para la formulación de su poética tal como la conocemos.

        En la provincia, luego de largos y oscuros años de sucesivas dictaduras y elecciones amañadas, gobernaba nuevamente el peronismo, esta vez no su ala conservadora, sino su rama más ardiente que buscó con la elección del Dr. Miguel Ragone, transitar el camino de la liberación nacional y social.

        A mediados de los setenta, con el golpe en ciernes, la diáspora, la acción directa del ejército argentino, la policía brava y las mafias, privaron a Salta de una generación de militantes y creadores comprometidos. Antes de la desgracia definitiva que asoló y todavía carcome este país, Kuky forja en la Universidad de Salta una experiencia decisiva:

    “Yo estaba en la universidad, había sido cesanteada. Cuando triunfa el lopezreguismo, nos cesantean a muchísimos profesores y auxiliares de la universidad en el año 74. Yo estuve trabajando en la gestión de Martínez Borelli, estaba en filosofía y aparte daba un taller de literatura. Entonces con el avance del lopezreguismo empezamos a ver lo que se venía, pero jamás imaginamos esta masacre. Mucha gente se confió y siguió viviendo en Salta como si nada. Bueno, el rector Holver Martínez Borelli, que tenía un fuerte compromiso con el grupo de Montoneros, se va a Buenos Aires, se oculta allí, y desde allí sale para Europa.”  

    Con sólo un libro publicado en 1968, “Víspera del mar”, Martínez Borelli no dejaba de tener una sostenida actividad literaria, ya sea en cantinas donde se animaba la discusión o en la mesa de la SADE. Sus temas fueron el amor, concebido como un estremecimiento metafísico, el fervor social y la condición existencial. Fue rector de una universidad recién nacida al calor de las luchas sociales. La experiencia de aquellos años en esa casa de estudios tuvo una impronta democrática que posibilitó la organización interna, la modernización administrativa y funcional en dinámicos departamentos de investigación y extensión, junto a la llegada del pueblo pobre a los estudios superiores. Esta etapa marcará el posterior desarrollo de la institución, duramente castigada por la represión desatada durante el gobierno de Isabel Perón y continuada por los heraldos de la dictadura. Los entretelones de su alejamiento del gobierno de la universidad y el desembarco de la intervención que desde Buenos Aires lideraba Ivanissevich en las academias, forman parte del debate sobre la represión en Salta, y aún hoy, de acaloradas disputas dentro y fuera de sus aulas. Su vida estuvo signada por el amor a la poesía y la razón política. Forjó una ética, algo de lo que no muchos de sus pares pueden presumir. Experiencias como la de Martínez Borelli, Roque Dalton, Juan Gelman o Paco Urondo, son ejemplo de una íntegra responsabilidad con el momento histórico y social que un artista comprometido debía urdir conscientemente. Doctor en leyes, ex-seminarista, vate de lengua enamorada, rector de la Universidad Nacional de Salta y miembro de la Mesa de Conducción Nacional del Ejército Montonero, Holver compartió con Kuky definiciones artísticas, cruzaron correspondencia y citas bibliográficas hasta que murió en el exilio, en Bruselas, de un paro cardiorespiratorio un día de agosto de 1978, luego de una conferencia sobre el estado de los derechos humanos en Argentina, muerte súbita, se dijo, mientras bordeaba el lago Egelsee su vehículo se fue contra los álamos. Las fuerzas sensibles de Salta no se recuperaron más de aquella fatalidad.

    Kuky, finalmente desplazada de la universidad, continuó escribiendo en solitario mientras su generación ardía.

         Santiago Sylvester, en su prólogo a “Los lugares comunes”, poemario póstumo de Holver Martínez Borelli, comenta esos años de la historia dramática del continente que incluyó experiencias como en el caso de Kuky Herrán, de exilio interno y silencio forzoso:

    “Generaciones enteras partieron al exilio en su propio país. Unos se fueron por necesidad de aire, por aligerar la respiración, otros simplemente para salvar la vida; y otros se quedaron (también ellos) a acumular exilio, en tanto dure/este paisaje de final de época, según lo cuenta Kuky Herrán en un poema que me mandó hace algunos años desde Salta.” 

      En aquellos años oscuros, donde según su testimonio era hasta sospechoso andar triste, no es difícil imaginar a nuestra poeta ocupada en la Alianza Francesa, y sosteniendo desde allí un frágil contacto con el afuera, en su caso, París. Con noticias más o menos frescas sobre el estado de los derechos humanos y las tendencias literarias en boga. Se dedicó a leer a Sartre y a la traducción de Jean Follain, Albertine Sarrazin o Jacques Brel. Ejerció como maestra primaria, allanada al regular dictado de clases en la Escuela Rivadavia de esta ciudad. En algún momento, quizás inmediatamente, ¿cómo habrá sido aquel día en Salta?, tuvo noticias de una falsa fuga y el posterior fusilamiento en un descampado de Cabeza de Buey. El horror quedó fijado en su cerebro, nítido, el crimen de sus compañeros. La lucidez ante los hechos la encegueció, memoria oh mi ciego gusano, escribirá. Luego, en su primer libro ya en 1985, reúne algunos poemas que evocan aquella masacre y son el núcleo de su voluntad literaria.

    Transitaba una experiencia, consciente de atravesar una época oscura debió buscar refugio en el seno familiar y la literatura. Aquellos luctuosos acontecimientos el tiempo los constituirá en una especie de verdad. Transcurren los días y aquellos sucesos cada vez más lejanos, y no por ello menos horrorosos, se hacen materia sólida que contiene todo el peso de las ausencias y el argumento de los poemas. Escribe como una conjura para remediar o corregir una condición irrevocable. Sabe que el olvido es el triunfo del plan de exterminio. La estrategia está esbozada en su primer poemario, aún aguardaba la vivencia, “Sólo el amor triunfante/que me salva, nos salva/de este mundo ordenado para que seamos tristes/de ese disfraz antiguo que habita entre los otros”. Serán aquellos versos un antídoto contra la pérdida y el desamor. Los poemas traman nuevas emociones, visten antiguos fantasmas. La evocación cuanto más sonora, más efectiva. La eficacia del verso. Ese es el único realismo que se permite, la forma reparadora del poema en un intento por detener las fuerzas del olvido, así los versos persisten y con ellos, lo que nombra. Una pesadilla en el centro de la ficción del poema. Las circunstancias de la vida y las circunstancias del poema no son muy distintas, pero son otras, y eso quizás le permitió sobrevivir. Y quizás sea sólo sobrevivir la función de la poesía en Kuky. Tal como Simone Weil, podría suscribir aquello que dice, “todo lo que se origina en el amor pero se ilumina con el resplandor de la belleza es alimento”.

   Con el oficio de los días continúa desplegando una inspiración revestida de clasicismos, divergencias y nombres propios. Se impone una tarea titánica que busca efecto en la narrativa de la historia, un palimpsesto heroico: borrar y volver a escribir una tragedia, enorme tarea: “A contraluz del tiempo/a espaldas del gran viento/que corre hacia la muerte/hacia atrás me busco”. Su escudo fue el amor, su escudero un Principito que crecía desde el corazón hacia su mano y desde allí hacia el futuro.

   Desde mediados de la década de los setenta se puede constatar en archivos una activa colaboración de Leonardi Herran en los medios locales, principalmente con entregas en verso para los diarios El Tribuno y El Intransigente. Estas participaciones suyas eran habituales entre escritores, siendo los periódicos el lugar donde exponer regularmente sus obras. La colaboración de Kuky con las publicaciones de la época se extiende a otras del norte argentino, principalmente en la provincia de Tucumán. Un notable despliegue de sus textos sucede cuando se reúnen en la ya legendaria antología, “Poesía de Salta, generación del sesenta”, con selección y prólogo de Walter Adet y Hugo Ovalle, (cuya primera edición se ubica en la ciudad de Tartagal, en 1979, con ilustraciones de Neri Cambronero, edición financiada con el generoso auspicio de la Fundación Etchart). Lo relevante de su inclusión en esta selección que ensaya alegatos sociales y meditaciones existenciales, es su exclusiva presencia como integrante de género, quedando fuera de esta reunión otras destacadas autoras del momento como Juana Dib, Hilda Emilia Postiglione o Nelly Cortés de Ubiergo.

  Sin dudas la voz de Kuky no está sola. La generación a la que pertenece trabaja una ruptura, modela una concepción de poeta y de poesía. Son estos realizadores quienes experimentan la incorporación de nuevas temáticas y portadores de la cultura emergente en una década de profundos cambios sociales, de formas y estilos. Definitivamente será esta generación quien deje atrás el nativismo, el énfasis bucólico y el elitismo que acompaña esas formas ancladas en exaltadas variaciones telúricas. Protagonistas de una dialéctica existencial que tanto dialoga con las condiciones materiales como con la psicología profunda, esta generación produce no sólo una renovación en el lenguaje poético, sino que posiciona activamente a los escritores frente a la representación del conflicto y a su consecuente transformación social.

    La actividad literaria de Kuky se intensifica y todavía su obra circula como inédita. En 1977 obtiene el primer premio en el concurso de poesía “Oscar Chávez Díaz”, relegando a un segundo lugar al escritor José Fernández Molina y a un tercer puesto al antólogo Hugo Ovalle, y dejando las meras menciones para Luis Andolfi, Walter Adet y Carlos Hugo Aparicio. En 1979 gana el Premio Iniciación El Intransigente, para autores inéditos, dejando el segundo premio para Nelly Cortés y un tercero, que el jurado, Walter Adet, Manuel J. Castilla y Jacobo Regen, deciden otorgar por fuera del reglamento al poeta Jesús Ramón Vera. Kuky ha participado con el seudónimo “Antígona”, que indica no sólo una máscara para concursar sino toda una definición de la posición que está forjando.

    A fines de los setenta Kuky comienza una amistad literaria con Joaquín Giannuzzi que en los años venideros transmutó en una relación sentimental. Este encuentro está destinado a favorecer no solo la dicha de ambos sino a la propia literatura salteña. En enero de 1981 Kuky publica en el diario El Intransigente, una reseña al poemario “Principio de incertidumbre”, (Ediciones OBH, Buenos Aires, 1980), que viene a ubicar a Joaquín como uno de los poetas más influyentes de la poesía contemporánea argentina. En aquella extensa reseña trasluce un exquisito rigor estético y se vislumbra una admiración que ya es fascinación amorosa. Giannuzzi logra en plena dictadura realizar un giro sobre su obra que pasa de considerar el poder de la palabra poética como posibilitadora del cambio, es decir una mirada poética volcada hacia el afuera, a concebir un repliegue interior donde los objetos del mundo físico se confunden con el propio cuerpo, en una maniobra que busca preservarse de la violencia social. Ese giro comienza a manifestarse en “Señales de una causa personal”, (Cuarto Poder, Buenos Aires, 1977), donde lo ideal choca con lo real y el sujeto poético se astilla en terrores, fracasos y tumores malignos, formas incómodas que se expresan con ironía en escarpadas meditaciones. A ese humor cáustico Kuky lo llamó forma extrema de la ternura y la compasión. Se entiende que a partir de este vínculo Kuky tiene un lector privilegiado y un referente que la aleja definitivamente de los moldes poéticos locales.

     En 1982 integra la comisión fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y desde entonces despliega una actividad gremial en la ADP y en CTRA; está junto a Alfredo Bravo en la formación de aquella organización en Salta. En todo este tiempo no ha dejado de sostener su trabajo como docente de escuela primaria y ahora que se abre una ventana democrática, ejerce decididamente la militancia gremial. Será un símbolo de la lucha docente provincial sosteniendo hasta el último día la huelga de hambre de las y los maestros que se manifestaron en las recovas en torno a la plaza central de esta ciudad. Igualmente estuvo en la calle militando las primeras marchas masivas contra la impunidad en los años del retorno democrático. Despliega una defensa irrestricta por los Derechos Humanos mientras la dictadura retrocede, se organizan los partidos políticos y los chicos vuelven de la guerra.

     En 1985 finalmente publica “Incesante memoria”, al cuidado de Jesús Ramón Vera. Este libro reúne los primeros poemas de Kuky donde fija núcleo temático, procedimiento e inaugura su conmovedora observación social. Un verso moderno, libre, amplio, que transita mitologías y citas, que es testimonio sensible y conserva esperanzas de cara al porvenir. Un libro, como ocurre muchas veces en provincias, que llega en la edad madura, y la intención se devela largamente meditada y compartida. A su fervor revolucionario le agrega la invención cortazariana y una delicadeza propia. Con la reunión de sus versos queda establecida su ruptura con el paisaje y la tradición, a la vez que adquiere un tono intimista y teje su impronta social en un discurso que va de notas trágicas a invocaciones épicas; la figura materna le ayuda a sintetizar lo íntimo con la denuncia social. Con ella, Madre y Memoria son figuras retóricas análogas donde una posición se sirve inagotablemente de la otra. Con los años se dirá de este poemario que es crónica poética, que es depositario de un simbolismo clásico y que se mantiene fiel a la tradición europea que legitima el discurso político en rabiosas composiciones versificadas. El libro se completa con ilustraciones de Santiago J. Rodríguez que acentúan su carácter y hace evidente una estetización del horror; juntos, textos e imágenes componen una denuncia del estrago salteño que es un fragmento del holocausto argentino. Este poemario tendrá tres reediciones más, todas aumentadas y corregidas, y será el título elegido para la antología de 2018 editada en Madrid, en la Colección Visor de Poesía.

     Nuevamente en la Universidad Nacional de Salta ejerció como profesora de Ética, de Historia de la Filosofía Antigua y de Historia de la Filosofía Contemporánea. Como en todas las unidades académicas los primeros años de recuperación democrática fueron especialmente agitados a la hora de regularizar cargos en concursos públicos y transparentes. Por esos días se ponía en juego convalidar modelos conservadores u ordenar a las facultades en departamentos, en esa necesaria obstinación Kuky participó en la renovada vida democrática de la institución y es probable que quede testimonio de su acción y palabra en archivos de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Salta que no estaban accesibles al momento de ser requeridos para su consulta. Los debates fueron intensos en los distintos consejos y no era un tema menor la reincorporación de los expulsados por la dictadura y los concursos correspondientes para ocupar las cátedras.

    Luego de la publicación de “Incesante memoria”, Kuky despliega una amplia actividad en el campo cultural, político y sindical; su militancia adquiere volumen y participa en distintos foros y debates que trae la primavera democrática. En 1986 realiza su único viaje al exterior. Viaja a la Nicaragua sandinista donde colabora durante algún tiempo en diversas tareas de alfabetización y se involucra en talleres literarios. Quiere observar de cerca ese sueño revolucionario que ha concitado la atención de los intelectuales y las fuerzas progresistas del mundo. Toma contacto con escritores que han combatido en las trincheras contra la dictadura somocista, y tiene un encuentro cercano con el feminismo revolucionario donde observa de primera mano cómo es la dinámica de las luchas de género en un proceso social profundo. Todas estas observaciones están registradas hacia 1988 en el ensayo, “La construcción del poder popular en Nicaragua". Desde la provincia de Jujuy el poeta Ernesto Aguirre también se ha lanzado a vivir de cerca aquellos años dorados de la revolución centroamericana, no viajan juntos, pero experimentan la misma travesía, ambos pertenecen a una generación diezmada por la dictadura y hacen de sus poemas una suerte de alegato contracultural, denuncia social y son una exaltación de la rebeldía y del inconformismo. Los estudiosos de la poesía del norte aún se deben el trazar estos paralelismos porque en ellos anidan muchas respuestas a las formas contemporáneas y la manera de asumir el acto poético en la postdictadura. Tanto en Kuky como en Aguirre, la visita a Nicaragua no debe leerse como viaje iniciático, para ambos es una excursión hacia las fronteras de lo que soñó una generación de mujeres y hombres insumisos, para la historia de la literatura quedará más que el gozo y el asombro ante un pueblo que se alza sobre sus razones, la traza de un sendero rebelde. Seguir sus huellas no es volver a Nicaragua, es internarse en el monte de la belleza de los libres.

    Hacia 1987 Kuky Herran es candidata a gobernadora por el Frente Amplio de Liberación, una coalición integrada por los partidos comunista, humanista, verde y otras fuerzas progresistas. Su amiga Ana María Giacosa, ya había encabezado las listas del Frente de Izquierda Popular, del polémico Jorge Abelardo Ramos, lo que indicaría la dirección que toma la acción de estas escritoras. Salta no se había encontrado con versificadores de este compromiso desde Joaquín Castellanos, quien experimentó, al igual que Martínez Borelli, Leonardi Herran y Giacosa, una existencia hecha de búsqueda de belleza y responsabilidad social.

 


 

 








    

    En 1988 Kuky participo del Primer Encuentro Nacional de Escritoras, y se vinculó al grupo de feministas que editan la legendaria revista “Feminaria”, Lea Fletcher, Diana Bellesi, Alicia Genzano y Jutta Marx, quienes toman el nombre de la novela “Les guérrillères”, de Monique Wittig. Como militante, su feminismo está en la matriz de su proyecto estético y político. Es en esa revista donde da a conocer su ensayo “Piel de mujer, máscaras de hombres”, texto curioso en donde arriba a conclusiones que debieron ser meditadas y seguramente escritas y probadas en otras publicaciones, que no hemos encontrado en el curso de esta investigación, -toda la investigación está basada en archivos públicos-. “Piel de mujer, máscaras de hombre”, se publica en un número de la revista que recoge en parte ponencias que se dieron en el marco del encuentro de escritoras, donde Kuky leyó su trabajo. Este ensayo suma a lo largo de los años numerosas referencias en cátedras extranjeras, despertando genuino interés y admiración por su estilo y la asombrosa actualidad que conservan sus reflexiones y propuestas. El texto sorprende tanto por el llamado a ejercer la práctica de un lenguaje liberador, al tiempo que esboza sustanciales aportes a una teoría feminista de la literatura, que no es una mera consideración artística o un empalagoso listado de autoras olvidadas sino un claro discernimiento social, cultural y político, donde replantea las nociones de lenguaje, texto y escritura. Obliga a pensar que la mujer escritora debe ejercer un examen de lo que en torno de las escritoras han generado los escritores varones. De alguna manera sigue las voces de Sandra Gilbert y Susan Gubar, cuando exponen en su libro “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX”:

    “[…] para definirse como autora, debe redefinir los términos de la socialización. Por lo tanto, su lucha revisionista suele convertirse en una lucha por lo que Adrienne Rich ha denominado “Revisión: el acto de mirar hacia atrás, de ver con ojos nuevos, de entrar en un texto antiguo desde una nueva dirección crítica […] un acto de supervivencia”. Además, con frecuencia sólo puede iniciar dicha lucha buscando una precursora que, lejos de representar una fuerza amenazante que haya que negar o matar, pruebe mediante el ejemplo que es posible una revuelta contra la autoridad patriarcal.”

    Su realización como intelectual feminista y poeta revolucionaria, no deja un legado, la transmisión de títulos de propiedad es el combustible que alimenta al patriarcado; lo suyo es un proceder, quizás el recorrido de una voz que se alzó clara en el combate que eligió sostener, sus versos consuelan el esfuerzo y anuncian el porvenir. Plantea para el feminismo objetivos de clase. Su prosa didáctica es para educar al analfabeto lírico, como gustaba decir. Ofrece su vida no para que sea tomada como ejemplo, ni para que sea adornada con pesados homenajes, sino para leer en ella la aventura de lo que vendrá. Para testamento alcanza el de León Trotsky, que sólo dejó como herencia ideas inquietantes: “La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten plenamente”. Frente al enemigo común privilegió la unidad, no se dejó seducir por demagogias, con el exceso de elocuencia le asomaba apenas una sonrisa. Fue una madre salteña, con todo lo que esto significa y obstinadamente resignificó; en todo caso, le debemos ir en contra de las tradiciones y traer el agua nueva del feminismo liberador, porque con ella se liberan sus hermanas y los hombres aprenden a romper ominosos atavismos.

   En 1990 obtiene el Primer Premio de poesía para autores éditos, de la Dirección General de Cultura de la Provincia, por su obra, “El corazón tatuado”, publica su obra la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños. Los años noventa será la década del gran ciclo poético de Kuky, en tanto ratifica esa alerta social constante en sus poemas y la afirmación de una lengua propia que emerge de una cabeza disidente, ya de alguna manera tomada por la incertidumbre. “El corazón tatuado” es el poemario de las isócronas moscas, poblado de animales fervorosos o melancólicos que no son otros que los flamantes instrumentos de dominación gravitando sobre corazones rotos, poesía cegadora donde amor y muerte anudan el devenir de una nación de desesperados y un continente fracturado por el neoliberalismo. En 1991 publicará “Blues del contraolvido”, el más vallejiano de sus libros donde “días de hierro se transmutan en oro”, en futuras reuniones de su obra propone a este como el primero de sus libros. Persiste en sus versos la tarea de imponerse al olvido, fija en la página los nombres propios de sus afectos, sus colegas han llamado a este nominar, dolorosa reflexión ética.

   También por estos años afianza y explaya su prosa pedagógica. Kuky nunca dejó de enseñar sabiendo que un poeta ante todo es un maestro de poetas. Desde 1992 el periódico cultural “Claves”, dirigido por Pedro González, otorgó un generoso espacio a la difusión de poesía y cedió la edición de este a Kuky Herran por casi diecisiete años. Allí publicó una serie de reseñas y notas críticas que conforman el cuerpo principal de esta investigación por su regularidad, extensión e interés literario. El trabajo de selección de versos y notas reunidas abarcan el registro de lecturas más intenso y erudito de la historia de la poesía contemporánea del norte argentino, quizás sólo comparable a las recensiones hechas por Daniel Ovejero en correspondencia con Teodoro Sánchez de Bustamante, siendo en el caso jujeño de exclusivo carácter privado, y en este de Kuky, de naturaleza pública. La profesora Marta Ofelia Ibáñez caracteriza de esta forma su colaboración en Claves:

    “Teresa Leonardi Herran selecciona y escribe breves notas críticas sobre poetas europeos y latinoamericanos, además de reseñas y comentarios sobre escritores locales. En el N° 49 del ´96 leemos, “No hay amor venturoso”, de Louis Aragón, acompañado de una copia del manuscrito y del original en francés. Divulga también a Tristán Crobière con traducción y notas de su autoría, a los latinoamericanos Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Jorge Teillier, a Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Circe Maia, Antonio Cisneros, Jorge Enrique Adocen, Ledo Ivo, a Verónica Zondek, Francisco Madariaga y Leonardo Martínez.”

       Esta participación de Kuky con notas y reseñas críticas continúa en otras publicaciones como “Diálogos”, “El Pájaro Cultural”, “Cuadernos del Trópico” y” “Artenautas” . Sobre el final de siglo sus intervenciones son cada vez más frecuentes en el campo cultural salteño. Participa activamente de los jurados de concursos locales promoviendo y alentando nuevas camadas de escritores con una generosa disposición a leerlos y orientar lecturas. Su opinión literaria adquiere cada vez mayor peso, sus observaciones procuran informar, el examen que realiza de las obras consiste en valorar y analizar poéticas, establece filiaciones; alienta a los novatos y vuelve sobre los pasos de aquellos que ya cuentan con libros publicados. En “Claves” da a conocer autores extranjeros y nacionales, ofreciendo un panorama amplio de la producción elegida, el periódico dirigido por Pedro González dispone del suficiente espacio para esta tarea. Cabe señalar que el conjunto de autores y autoras elegidos obedece a su concepción de un proyecto poético insurgente, feminista y basado en la decantación de su gusto. Y como bien señalara en una conversación privada la profesora Zulma Palermo, estudiosa y amiga personal de Kuky, esas notas, “Quizás dan cuenta de su biografía y cada elección responde a su arte”. Kuky está presente en cada entrega mensual, enseñando a pulir o romper el cristal de cada torre, según corresponda. Tiene una consigna, sólo examina poetas.

     Antes de terminar el siglo publicará “Crónicas de la edad de hierro”, (1996), poemario social que fundirá en “Incesante memoria” al igual que, “Diario intermitente”, de 2013, poemarios que luego de conocer una autonomía pasan a fundirse en aquel otro gran libro que organiza el conjunto de su obra. En 1996 también publica “Rizomas”, libro que permite a la voz de Kuky dejar de gravitar como proyecto provinciano y acceder a la consideración de crítica y lectores de las grandes ciudades argentinas, quienes podrán conocer y seguir con atención la evolución de sus versos. No nos equivocamos si establecemos que su punto de mayor visibilidad se da cuando “Diario de Poesía” publica una muestra de sus poemas en diciembre de 2001. Sus colaboraciones alcanzan ahora nivel nacional, -“La Guacha”, “La Marea”- y su obra comienza a integrar antologías regionales y latinoamericanas. En 1997 el novelista Carlos Müller la inmortaliza como protagonista de su libro, “La Imaginaria”. Termina el siglo y se multiplican los libros y la prosa instructiva, procedimiento que forma el arco de un proyecto cultural y estético para cazar viejos animales.

      A fines de la década del 90 Kuky se retira de la Universidad Nacional de Salta. Deja detrás una larga carrera interrumpida por la intolerancia primero y por la dictadura después. Sus alumnos la recuerdan con cariño, han compartido sus reflexiones y lecturas en clases asombrosas. Educó en la belleza, combatió la ignorancia, ejerció la pedagogía poética, como pensó Rodari, no para que todos sean artistas sino para que nadie sea esclavo. Propugnó una ética de las convicciones y una ética de la responsabilidad sabiendo que la verdadera medida de la vida es el recuerdo. Praxis fue su palabra preferida en las clases. Ilustró a sus alumnos de filosofía con versos, a sabiendas de que la poesía es un aproximarse a la verdad, aunque ésta nunca pueda expresarse del todo. Sus colegas extrañarán los comentarios luminosos a lecturas y encrucijadas del pensamiento contemporáneo. Deja atrás sus clases sobre los pensadores de la Escuela de Frankfurt, sus implacables lecturas de Adorno, Benjamín, Horkheimer, Ernest Bloch, Franz Rosenzweig, Pierre Klossowski. Continuó concurriendo a la facultad pero ya no para enseñar sino para aprender como una alumna más en clases de portugués, quería leer a su preferido Drummond de Andrade en su lengua nativa, y para no perder la costumbre, se dio tiempo para dictar talleres literarios que luego trasladará a la Biblioteca Provincial bajo el auspicio de la Unión Salteña de Escritores.

      A comienzos del nuevo siglo ofrece una entrevista al flamante periódico “Artenautas” que hemos recuperado para esta edición, entendemos que Kuky hará de esa experiencia un género literario, quedando registradas para la investigación entregada al Fondo Nacional de las Artes ocho extensas entrevistas otorgadas a distintos medios en el transcurso de diez años. No hay rastros en el periodismo cultural en la forma de abordar a una artista salteña como se hizo en aquella oportunidad en “Artenautas”, no sólo por someter a un escritor salteño al Cuestionario Proust, sino por la forma en que se corre al entrevistado del lugar del saber absoluto, y traza de este un perfil pedestre y desacralizado. Nunca antes hubo una atención tan dedicada en la prensa por una escritora comprovinciana. Su participación desde el número uno de la publicación continúa con los años en una serie de colaboraciones diversas que por sí solas constituyen un cuerpo destacado de su producción por su autonomía; sucede como con “Claves”, una regularidad en sus entregas, aunque con otra frecuencia, y una temática ajustada al campo artístico salteño. Kuky además dirigió talleres y lecturas varias en la redacción de este periódico.

    Otra importante colaboración que despliega Kuky al comenzar el nuevo siglo son sus publicaciones en “Diagonal”, periódico del Centro de Investigación y Docencia Salta del Instituto Oscar Masotta, que se editó en esta ciudad entre 2003 y 2011. Kuky integró el Consejo de Dirección junto a Antonio Gutiérrez, María Belén Morales y Mercedes Saravia entre mayo de 2005 y octubre de 2008. La publicación estuvo bajo la dirección de Alejandra Borla. La revista fue de tirada gratuita, y su nombre fue sugerido por Germán García, quién ponderó su realización y la tomó como ejemplo para el desarrollo futuro de otras publicaciones psicoanalíticas en provincias. La revista trascendió su especificidad teórica para abarcar otros campos de conocimiento y atender la articulación de psicoanálisis y cultura en una ciudad con escaso desarrollo de esta disciplina. Entre otros asiduos colaboradores de la revista podemos nombrar a Alejandro Ruidrejo, Hernán Ulm, Hipólito Rodríguez Piñeiro, José Miguel Naharro, Ricardo Gandolfo. Sus páginas contuvieron una importante columna de reseñas bibliográficas. Teresa Leonardi colaboró con importantes ensayos y participó dentro de la institución de cursos y charlas. Queda para una futura historia del psicoanálisis en Salta detectar la contribución de escritores en estos espacios de formación analítica. En conversaciones tanto con Alejandra Borla como con Antonio Gutiérrez, surge el recuerdo de la presencia de Kuky como una maestra peripatética que ejerció generosamente la docencia en largas charlas que contribuían con la formación en literatura y filosofía para los investigadores que participaban del instituto.

    En 2004 fallece Joaquín Giannuzzi. Ya nada será igual para Kuky, la muerte alzó su dominio y apretó su cerebro.  El amor profundo ahogó todos los peces compartidos; el amante ya no estaba al alcance del tacto, de la piel coalescente, ¿qué es la piel sino continuidad de palabras, imaginación, lenguaje como mortal envoltura? Kuky, desollada, peregrina extraviada hacía Campo Quijano donde se ha sembrado la cabeza de Joaquín para que desde allí ejerza serenamente su materialismo escéptico. Su triste figura adquiere una inusual fragilidad, ahora que la soledad de la dalia juega en los talones un juego caprichoso, no habrá forma de distraerse del dolor. Se sabía eterna a la par de Joaquín, y Joaquín, furtivo, comulgaba su religión de materia difícil en una expansión continua de belleza, ambos se consumían en caricias y poemas; yacían anhelantes esperando el calor del nuevo día de la poesía y ahora tenían que vérselas con esta mala pasada del miocardio. La lírica y su muerte natural cayó como el polvo silencioso del universo y un violín último acompañó el entierro, cayó sobre las suaves colinas que rodean esta ciudad y sobre todo el desolado cementerio de la poesía argentina; reposó espesa, azarosa, en la boca de los jóvenes poetas que lo despedían y sobre la mano trémula de los viejos amigos. Y una lírica leve cayó como ceniza sobre los días y las noches futuras de Kuky y todo lo que quedaba de ella.

    Cuando Jorge Lovisolo se hizo cargo de la cátedra de Historia de Filosofía Contemporánea en 1985, Kuky ya estaba allí. Treinta y cuatro años de amistad sin jamás sufrir un desencuentro hicieron de esta relación un refugio de íntimas confidencias y de revelaciones intelectuales. Por supuesto que nuestra poeta contó con entrañables amistades que trascendieron la vida académica y literaria, bastaría nombrar a Juana Dib o a Ana Simesen de Bielke para ilustrar el amoroso mundo que acompañó y contuvo los fervorosos y a veces difíciles días; muchos han sido y serán, igualmente, algo más que compañeras de travesía, amistad inquebrantable o luminosa constelación en la bóveda celeste de los afectos donde brilla el satélite inquieto que las guió. Pero entre los numerosos testimonios tomados para esta investigación, el de Lovisolo ha sido un aporte inestimable sobre los días y las lecturas finales de Teresa Leonardi Herran, porque entendemos que cuando a un bardo lo convoca el silencio, esa perturbadora transición hacia la nada, no está mal perseguir sus últimas intenciones, interpretar los gestos finales y estudiar sus postreras advertencias. El gran libro de la vida se cierra con elocuentes párrafos nada desdeñables antes que la trémula voz sea apagada por orondas salvas de retórica que despedirán una vida sencilla dedicada a leer y escribir, y que amorosamente no hizo otra cosa que enseñar a leer y a escribir.

    Cuenta Jorge que días antes de la internación realizaron sin saberlo o quizás sí, un último paseo con Kuky; fueron hasta la localidad de Vaqueros a tomar un té. En algún momento Jorge le advierte por su aspecto desmejorado y ella insinuó o apenas dijo, no había nada de qué preocuparse, que todo estaba como debía estar; luego continuaron en silencio hasta un bar sabiendo que no había mucho más que agregar.

     En una entrevista inédita para FM Noticias realizada por Julio Haro en 2004 y que se recuperó para esta investigación y se adjunta a los archivos entregados al Fondo Nacional de las Artes, Kuky se refiere a los prolegómenos de la muerte en estas palabras:

    “[…] Fijate vos que para nosotros todavía la muerte sigue siendo el gran tabú de occidente. No hemos aprendido a morir, ni aceptamos la muerte, es uno de los temas que en estos momentos me apasiona a nivel de las poéticas que asumen el tema de la muerte, como Rilke.  Es un tema fundamental en la poética de Rilke. Es un tema que, ya como teoría, estoy investigando. He leído dos libros muy hermosos que se llaman, “Deseo y pulsión de muerte”, y otro, “Clínica de la muerte”, su autora es una psicoanalista, que diferencia entre muertes eróticas y muertes tanáticas, porque hay gente que muere dejando paz a los que están a su alrededor, pero porque han sabido construir la muerte dentro de ellos mismos. Nosotros deberíamos tener un aprendizaje de la muerte. Rilke, por ejemplo, es alguien que nos enseña a morir […] “El Fedón” que es una de las maravillas que ha escrito Platón, es toda una preparación para la partida. […] En nuestra cultura contemporánea, primero que se es eterno, que se es joven para siempre, que no hay enfermedad, ni muerte, ni vejez, que son las tres cosas que encontró Gautama Buda cuando salió de su palacio: encontró que había viejos, había enfermos y que la muerte era una realidad insoslayable. Entonces esta es una cultura light donde se quiere tapar la realidad, y en ese tapar la realidad aparece con mayor dolor el no haber estado preparado para ese momento, y se muere indignamente. Rilke, tiene un poema hermoso que dice así: “Oh, Señor, entrega a cada uno su propia muerte, que el morir nazca ciertamente de esta vida, donde hubo amor, sentido y extravío”. Entonces hay que engendrar dentro de uno ese, como el carozo que engendra la flor, nuestra propia muerte, o sea la muerte digna de un ser humano […] hasta los animales se enseñan a morir y nosotros no. Nosotros morimos entubados, lejos de los que amamos […] se está haciendo un replanteo a nivel médico en Europa de que es un espanto eso de la terapia intensiva, que es nada más que un gran negocio de los sanatorios.”  

     Luego Jorge Lovisolo se refiere a un rodeo por la ciudad y la vuelta a casa con Kuky, y una vez más como tantas otras veces a lo largo de años de afecto, abrieron al azar el tomo cinco de “À la Recherche du temps perdu”, “Le Prisonnier”, para continuar con la larga digresión estética que fue su amorosa amistad, porque quizás sus vidas como la vida de los que aman y escriben, no sea más que un problema estético, finito, insondable y vagamente estremecedor en medio de la convulsión universal.

     En los agitados días de entrega del Informe Final de esta investigación, y en plena búsqueda de los documentos oficiales que dieran cuenta de su actividad política en los archivos de los Tribunales Federales de esta ciudad, di con su testimonio en el juicio conocido como Megacausa – UNSa I por crímenes contra la humanidad. Quiero dejar constancia aquí de los fragmentos de su palabra que forman parte de los fundamentos de los jueces para dictar sentencia. Desconozco a qué se refieren los teóricos con eficacia poética, pero sospecho que haber sobrevivido para dar testimonio y narrar los hechos ante los tribunales y que su palabra civil tanto como su poesía, condenen a la infamia y a un calabozo común a los asesinos de nuestra historia, se parece mucho a ese concepto. No voy a explayarme mucho más, voy a limitarme a transcribir aquellos párrafos que los jueces usaron para dictar condena perpetua a esa banda de innombrables; un puñado de falsos se han salvado de la condena: los instigadores, los hacedores de listas, los serviles de los poderes de turno, los distraídos, los cobardes, los justificadores del odio. Quede entonces la palabra de Kuky como un afiche en la calle, desprolijo en medio de la construcción urbana de fe pública, para que sus camaradas recuperen la esperanza y sus hermanas copulen con la lengua del futuro y hagan de su memoria piel nueva frente al vergonzoso rostro del crimen.

      Con voz de sumariante y eco de oficina pública puede leerse:

    “En esa misma línea, la testigo Teresa Leonardi, quien también era profesora en la universidad y fue dejada cesante en su rol en el Departamento de Filosofía y fue desplazada en la organización del Taller de Literatura que ejercía y en su lugar pasada -irónicamente según manifestó- al sector de embalaje de correspondencia de la universidad. Dijo que no se sorprendió por haber sido dejada cesante, porque tanto ella como otros profesores sabían que al no compartir las ideas del gobierno nacional de Isabel Martínez, iban a separarlos del cargo. Más tarde, en 1978, la declarante rindió para un cargo de secretaria docente en el ámbito escolar y aunque quedó segunda en el orden de mérito le informaron que no iba a ser la adjudicataria del cargo pues no figuraba en las listas recibidas del Ejército y la SIDE […] En el mismo sentido la testigo Teresa Leonardi, expresó en audiencia que admiraba a Silvia Benjamina Aramayo, porque tenía mucho entusiasmo y apostaba por un mundo alternativo. Que trabajaba en las villas y que a ese servicio lo compartía con Georgina Droz -una de las víctimas de la Masacre de Palomitas-. Asimismo, señaló que Holver Martínez Borelli permaneció en Salta hasta antes del golpe, y se enteró posteriormente por los dichos de Santiago Sylvester, que se veía con Martínez Borelli, para el año 1976, que este último le había ofrecido a Silvia Benjamina, la posibilidad de irse del país y que ya estaba todo preparado para que ella se exiliara. Agregó que Silvia Benjamina, siempre rechazó esa idea, pues aunque sabía que había peligro, igual quería quedarse. También refirió la testigo que la víctima se sentía vigilada y señalada. Lo mismo refirió el entonces estudiante Rafael Segundo Estrada, quien dijo que existía una persecución muy fuerte a todo los que desde dentro de la universidad apoyaban la gestión del Dr. Ragone, y que muchos de ellos hoy están desaparecidos.” 

    Memoria y olvido juegan en nosotros una desavenencia ineluctable en el corazón de la vida; una copla popular salteña zanja drásticamente esa divergencia:

 He visto muchos cantores

en el pago del Churcal
uno cantaba querer
otro cantaba olvidar

 

    ¿Entonces, sólo se trataba de cantar?

    Teresa Alicia Leonardi Cattólica Herran, falleció el 26 de marzo de 2019 a las 15,30 hs. Sus restos descansan en el cementerio de la Divina Misericordia de nuestra ciudad; la poesía y el magisterio de Kuky viven en la conciencia revolucionaria de Salta.

                      

    Alejandro Morandini. Salta, septiembre de 2022

 

Introducción a Kuky, textos recobrados de Teresa Leonardi Herran    

Primera edición El Demiurgo Editorial, Salta, diciembre 2023

Foto de tapa: Carolina Grillo

-se ha omitido para esta edición digital todas las notas al pie del ensayo-



Breve reseña biográfica

Teresa Leonardi Herran, nació en Salta en 1938. Profesora de Filosofía, ejerció la docencia primaria y universitaria. En 1982 integró la comisión fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, participó activamente de la vida política y gremial de su provincia.

Estuvo casada con el profesor Francis Herran, con quién tuvo a su hijo, Martín Herran. Todos ellos comprometidos con las luchas sociales de Salta y el desarrollo de sus instituciones educativas y culturales.

Su obra poética ha sido galardonada con diferentes premios y menciones, entre las que se destacan Poesía del noroeste argentino siglo XX, de Santiago Sylvester; Doscientos años de poesía argentina, de Jorge Monteleone y Poesía social y revolucionaria del siglo XX, compilación de Jorge Brega.

Escribió Incesante memoria (1985); Blues del contraolvido (1991); El corazón tatuado (1993), Rizomas (1996), Noticias de los comulgantes (2006), El que vino de lejos (2009), Diario intermitente (2011), Poesía reunida (2012), Incesante memoria -antología poética- (2018).

Falleció en la ciudad de Salta el 26 de marzo de 2019 luego de una intensa vida dedicada a la revolución y a la poesía.


miércoles, 4 de septiembre de 2024

Jacobo en prosa

 















Todos los poetas son Judíos.

Paul Celan

 

 

Este documento reúne tres prólogos escritos por el poeta Jacobo Regen, (Salta, 1935 – 2019), para otros tantos libros, a saber, Obra Poética de Julio César Luzzatto [1984]; Obras Completas de Raúl Galán [1997] y Obras Literarias de Joaquín Castellanos [2000].

Las reflexiones de un poeta sobre la lengua siempre serán de especial interés y cuidado en la formación de las culturas y en la evolución de la literatura. La belleza de un poeta no sólo está en los versos que ofrece, sino también en sus meditaciones, en cómo lee y en la agitación que experimenta su punto de vista cuando repasa otra manifestación poética. Son los propios argumentos estéticos los que se revelan en esa observación de versos ajenos.

En Jacobo Regen prologuista, la cruda escena del párrafo se sobrepone al lacerante poder de sus versos. Sus estudios lo llevan al exilio de la noche, al riesgo de una nudosa introspección o al trabajo sobre sus propios textos, en una corrección que sabemos descarnada.

 De una obra en verso que es testimonio de la gravedad y de la luz, surge esta prosa concisa en el repaso de ausencias y ruinas que dejan títulos fundamentales para entender la región poética. El filo de su lengua hace lo que precisa, un poco de azogue o tierra según las necesidades de la conciencia examinadora.

Sus notas no se van a desviar de lo biográfico ni de la valoración estilística de los poetas analizados. No deja de sorprender la mansa y tenaz decisión del poeta en pensar la lengua con la que se expresa, poseído por la terrible necesidad de poblar con ideas las ideas de la poesía; como si la poesía no pudiese quedar librada al azar de las lecturas y la aguardase fija una prosa que la descifra, produce párrafos impecables para comprender las obras de Luzzatto, Galán y Castellanos.

En Luzzatto observa un trabajo de orfebrería, recuerda que tenía una dedicación y compromiso con su arte que muchas veces lo apartaban del mundo; de ese extrañamiento y voluntario ostracismo Jacobo compone una metáfora que, por cierto, es su delicado oficio: “Pero todo silencio esconde una latente vibración de viento atrincherado en su caverna”. Nos informa que la palabra de Luzzatto le llegaba de tarde en tarde, “como tatuada a punta de cuchillo”. Define a su Güemes y otros cantares como una obra magna incomparable donde confluyen lo social y lo épico. Puede leerse en este prólogo cómo Jacobo entiende cuál es la función social de la prosa, y nos deja la inquietante idea de que la prosa funda razones y articula argumentaciones que los pueblos hacen comprensibles para glosar sus epopeyas.

Con Galán sostiene un diálogo íntimo, como si tuviera la intención de abordar algo que va más allá de la admiración por el jujeño. Quizás descubra en Galán la propia vocación, la pertenencia a servir bajo la misma divisa poética en la fila de la legión de los sensibles. “Porque es heroico rescatar su imagen hundida en los paisajes del recuerdo”, se justifica.  Habla de recobrar el germen de la percepción, traducir lo que esa carne sensitiva comienza a percibir al separarse de su madre. Admira la lucidez y la nota amarga, la “patética desesperanza” que observara Czeslaw Milosz. Esta curiosidad no es menor en la consideración del poeta, a Jacobo le bastó una madre y una lengua, en medio de un sistema literario que reclama un padre al final de cada verso.

Con Castellanos, Salta conoce por primera vez una voluntad literaria. Es la leyenda de ese “país reciente” que Jacobo capta con percepción histórica. Castellanos es un poeta épico y su obra poética no deja de interpretarse como un ineludible reclamo social. Jacobo lee en El Borracho la cifra de una literatura. La prolífica obra artística de Castellanos absorbe estilos, temas y otros elementos formales que componen aquel extenso poema. Advierte que el poema nos deja atónitos ante el padecimiento moral de su protagonista. Admira más que la precisión de los endecasílabos, el estrago del héroe. En el escrutinio de una obra concluida y anclada en el tiempo aún encuentra matices y vestigios de esa voluntad que justifican el monumento, y ofrece generosamente su escrito para un mayor provecho de esos libros. Con mucha discreción, apenas se permite una línea jocosa, conoce el valor profundo de la imbatible prosa.

Sus observaciones no buscan posicionarse en idealizaciones ociosas. Tiene silogismos deliciosos para cada plato de la balanza. Encuentra el equilibrio en humildes y poderosas oraciones, claras y transparentes como sus composiciones versificadas; traza definitivos y ecuánimes panoramas sobre los autores abordados. En sus versos esa vertical equidistancia es la construcción ética que regirá su vida. Deberán creerle. Tajo y abismo definen el calado de la experiencia, la profundidad de la desesperación marcará la medida de lo justo. Si en versos expresa emoción e inestabilidad, en la prosa es toda conciencia literaria. Si su poesía persigue la revelación de un sentido, su prosa es memoria digna.

En un lenguaje límpido sus versos descubren prolijos desdoblamientos y cierta severa e ineluctable disposición de las cosas. En prosa, su exposición es igualmente impecable. Un análisis despojado de consideraciones morales, que exalta todas las virtudes y repasa los aciertos. Siempre en él, lectura y examen.

Como poeta fue un filósofo breve, dio testimonio de un niño que descubre tempranamente el desaliento. Percibe que habita un destino equivocado, en el agónico coloquio con la madre descubre su soledad y en la percepción metafórica del mundo descubre que nunca hay nadie. Las palabras agregan algo bello y legítimo al planeta, sin embargo, siempre hay nada. Como dijo Michaux de Celan: “lo que era grave, en él era demasiado grave”.

En el rostro de Jacobo se dibujaba la inocencia y el malestar de un niño. En la búsqueda de un lenguaje propio, puso un puñado de versos sobre la mesa que son pura iluminación y revelación del dolor.

Todo poeta es judío en tanto habita la lengua con la misma inquietud que el judío transita la vida. Edmond Jabés lo dice mejor, “Os he hablado de la dificultad de ser judío, que es la misma dificultad de escribir; pues el judaísmo y el acto de escribir suponen la misma espera, la misma esperanza, el mismo desgaste”. El templo de la lengua le dio a Regen todos sus hermanos, la familia de la errancia y los ritos de consagración. La poesía es su patria, estos prólogos reunidos fueron una tarea excepcional.

En Jacobo se funden muchas tradiciones y una época, hay una hazaña en la tarea que se ha impuesto, no traicionarse, transitar la lejanía que lo aleja de las cosas.  Apoyado en el verso libre y breve, cultivó el símbolo y la metáfora, adjetivó con economía de nocturno nihilista. Debió ser descomunal ser Jacobo Regen y andar cargando una poesía con unas alas enormes. Gozó de la vanidad de los solitarios, resolvió en tres libros su lugar en la existencia, y con otras tantas reuniones de su obra, que completaba con nuevos y circunstanciales poemas, igualmente agónicos y de una estricta clarividencia.

La noche que conocí a Jacobo, no lo descubrí sereno ni cándido, estaba devastado sobre la mesa de un bar ahogando las penas por la muerte reciente de un amigo. Yo venía de Córdoba con un encargo, traía libros para el poeta. Así es que ahí estábamos los dos por primera vez frente a frente, vino por medio, él de duelo y yo aturdido con sus intempestivas confesiones y sus copiosas citas de poetas interminables. Radicado definitivamente en Salta, nos llamábamos por teléfono y nos citábamos en bares en los que rara vez coincidíamos. Decía que mi nombre era un seudónimo, acostumbraba llamarme Alexis, al igual que mi madre en la intimidad. Sentíamos la misma admiración por Rilke, Milosz, Dávalos. Siempre que nos encontrábamos me preguntaba qué estaba leyendo. No fui amigo de sus amigos y mis amigos tampoco fueron los suyos, así es que debimos rebuscárnosla a solas; con la poesía en vilo, en la complicidad de la noche, caminábamos por su barrio que era el de mis abuelos, hablando sobre el origen de alguna palabra o comentando los versos de algún poeta polaco para saber finalmente que no teníamos mucho más qué contarnos y entonces nos despedíamos displicentemente.

 

 

Alejandro Morandini

 

 


 

TRES PRÓLOGOS DE JACOBO REGEN




Prólogo[1]

Dos libros de poemas, publicados muy espaciadamente, bastan para que el nombre de Julio César Luzzatto tenga ya una estatura inconmovible en las letras salteñas.

Hace mucho que vive en Buenos Aires, donde -al igual que aquí- ejerció el periodismo. Pero Salta es en él una presencia visceral y a ella vuelve siempre a través de sus versos y, en alguna ocasión, de cuerpo entero.

Nacido en esta ciudad el 9 de agosto de 1915, su consagración literaria se remonta al año 1935 cuando obtiene el primer premio en los juegos florales de la primavera ante un jurado que integraban Juan Carlos Dávalos, Juan Guzmán Cruchaga, Mariano Coll y David Saravia Castro.

Con Letras minúsculas (1938), símbolo tal vez de su orgullosa modestia, irrumpe nítidamente en el ámbito de la lírica lugareña.

En 1944 la revista “Substancia”, de Tucumán, convoca a un concurso en el que Luzzatto es distinguido con el máximo galardón por su “Poema a Diego de Rojas, descubridor del Norte Argentino”. En esa oportunidad recibe la medalla de oro instituida por la Comisión Nacional de Cultura.

Poeta recatado y pudoroso, “vive sin hacer señas ni hacer ruido”, como decía de sí mismo Enrique Banchs. Lo que en otros pudiera confundirse con una ociosa deserción, en Luzzatto es tenaz autocrítica: una severidad insobornable que, ensañada en sí misma, a veces puede parecernos cruel. Pero todo silencio esconde una latente vibración de viento atrincherado en su caverna. Por eso, al despuntar de tarde en tarde, su palabra nos llega como tatuada a punta de cuchillo. “Agua que serenó barro de Andújar”, dijo un viejo poeta español recordando los filtros de una remota alfarería.

El segundo libro, Güemes y otros cantares (1964), se divide en tres partes. La primera de ellas, integrada por dieciséis romances, es la experiencia lírica integral más trascendente que ha suscitado la figura del gran guerrero de la Independencia. En su contexto los ingredientes épicos quedan como diluidos, transfigurados por la visión interior del poeta que, tomándolos sólo como punto de obligada referencia, les infunde otra dimensión a través de una alquimia metafórica cargada de emotividad y de genuina admiración. Es una obra magna a la que difícilmente pueda hallársele parangón en las letras de Salta y del país. Si nos esforzamos en compararla con alguna creación próxima en temple y en espíritu, será preciso recurrir a dos notables precedentes de pura cepa española: “La tierra de Alvargonzález”, de Antonio Machado, y el Romancero gitano, de Federico García Lorca. Con aquella comparte el desarrollo de una historia que en Machado se tiñe de trágicos designios y no deja resquicio a la esperanza; el Güemes de Luzzatto tiene, en cambio, brechas por donde filtran los destellos de una gloria suprema que la muerte rubrica y engrandece:

Los cóndores enlutaron

el día con su plumaje.

Cada aurora, en la montaña,

ha de enarbolar su sangre.

En cuanto al Romancero de García Lorca, su mención no es gratuita porque esta obra de Luzzatto muestra la impronta de ese mundo mágico, veteado de fulgores repentinos, que el poeta andaluz conduce al límite de lo fantasmagórico. Tomo casi al azar algunas líneas del romance “Carga gaucha en el río” que evidencian un claro parentesco expresivo:

Contra la proa de hierro

chocaron proas de sangre.

Y ante los nuevos tritones

cabalgados en la nave,

se estremece el mascarón

curado de tempestades.

Lo que confiere plena identidad a los romances de Güemes es la asimilación de elementos vernáculos a un mensaje de tono universal, así como el sentido de denuncia -donde confluyen lo social y lo épico- contra el sojuzgamiento de su pueblo y la traición de propios y de extraños. Estos intentan abatirlo ante la perspectiva muy cercana de un resquebrajamiento del orden colonial. Luzzatto reivindica el “Fuero Gaucho” proclamado por Güemes y reclama justicia para aquellos condenados a vivir como parias en su tierra, mientras las crónicas idílicas adornan su intemperie con la aureola de una harapienta libertad. Aquí su voz asume un acento dramático y rebelde, en que la altanería y la iracundia brotan de las entrañas de una fraterna solidaridad:

Ya derrocaron a Güemes

los señores poderosos.

Esos acuñan el mundo

en el aro del monóculo.

Los nostálgicos del Rey,

que a la Patria niegan su oro,

mientras el pueblo en su sangre

da sus únicos ahorros.

La tierra del señorío

ruge de aguas y de toros,

como dolida de estar

en las manos de unos pocos.

Por soñar en esta tierra

un lugar para los criollos,

se desata sobre Güemes

el aullido de los lobos.

¿Precisaran esos gauchos

un hilo de territorio?

Precursora del Güemes de Luzzato es la obra dramática de Dávalos La tierra en armas. Pero en ésta lo épico resalta con un énfasis que Luzzatto atempera en sus imágenes vertebradas con remansado asombro.

Coplas de intencionada y cándida frescura y una serie de impecables sonetos -algunos de ellos rotundamente antológicos- enriquecen el libro. En éstos se consuma su condición de lírico absoluto y en aquellas su espíritu se explaya, con gracia singular, por las variantes de lo descriptivo, amatorio y picaresco. Algunas de estas coplas y cantares han adquirido ya salvoconducto para ese anonimato que Manuel Machado conceptuaba como el más alto reconocimiento a una creación poética. Citaré sólo dos:

Quebrada de Cafayate,

toda roca, roca en flor.

Jamás he visto una piedra

con más imaginación.

 

Cuando se muere el quirquincho

a mejor vida se va.

Siendo caja de un charango

se pasa oyendo cantar.

En colaboración con Esteban Rey, escribió Luzzatto una evocación histórica titulada El romance del llanero y mantiene inéditas dos obras de teatro (en verso) y una semblanza biográfica de don Juan Carlos Dávalos en la que rememora sus ya lejanos días salteños y su entrañable amistad con el gran creador de “El viento blanco”.

 

 

 

 

Vigencia de Raúl Galán[2]

La obra de Raúl Galán (Ledesma, Jujuy, 1913 – Baradero, Provincia de Buenos Aires, 1963) está vertebrada por tres libros fundamentales, publicados en vida del autor: Se me ha perdido una niña, Carne de tierra y Ahora o Nunca. Otras obras del autor jujeño, surgidas al conjuro de múltiples motivaciones (Canto a Jujuy, Canción para seducir a un ángel y numerosos poemas recogidos póstumamente) tienen una innegable coherencia de conjunto y contribuyen a darnos una imagen más íntegra y circunstanciada de su quehacer literario.

En ese sentido son esclarecedores sus ensayos y narraciones. Entre los primeros reviste especial importancia Raíz y misterio de la poesía, donde galán testimonia su constante preocupación por los enigmas de la creación artística y enuncia, tras un extenso recorrido a lo largo de esta problemática, su orgullosa y humilde estética personal.

Afirma Galán que “la poesía viene a ser, en su más esencial verdad, la confidencia elocuente del asombro”. Y agrega: “El valor de esa conferencia dependerá de la capacidad de admirarse que posea el poeta, de su sensibilidad para responder a los estímulos de ese mundo que lo hace vibrar como a una cuerda tensa y de su aptitud para transmitir con todos los matices la emoción que lo conmueve. Las confesiones de nuestro asombro necesitan, pues, para lograr este objetivo, no sólo sincera autenticidad, sino también belleza de expresión. Para alcanzar este fin es necesaria una conciencia lúcida”.

La constante espiritual de su obra está representada en aquel tríptico poético.

Se me ha perdido una niña marca la apertura de su real itinerario lírico. Ya desde el título nos sugiere este libro el clima leve y melancólico que envuelve a casi todos sus poemas, así en los romancillos y cantares de ronda como en aquellas elegías que solemnizan sus momentos últimos.

El poeta va en busca de su niñez, corre tras ella, aunque de antemano sabe que cada vez está más lejos. O quizás por eso mismo. Porque es heroico rescatar su imagen hundida en los paisajes del recuerdo. Recobrar la raíz, el “hilo de oro” y las constelaciones de los tiernos prodigios. Sí, “prodigio”, “milagro”, “deslumbramiento”, “asombro”, “maravilla”, tales son las palabras que pueblan estos versos de hombre cabal que se persigue niño.

De pronto, el ceño adusto, ensombrecido. El poeta vislumbra, pese a sus candorosas esperanzas, que el mundo de la magia se ha perdido. Y lacónicamente rubrica su derrota: “No volveremos jamás, no se regresa./Amiga, para siempre la partida;/el hasta luego y nunca de la vida/por el eterno adiós que nos apresa”. No quedan sino ausencias y despedidas incesantes. El hombre es sólo un “taciturno animal de nada y sueño” y alguien que atisba desde siempre “una dama puntual vendrá después,/al conjuro de Dios, por el cautivo”.

Carne de tierra es su manifestación poética culminante. Publicado en 1952, el libro se agota casi inmediatamente, haciéndose perentoria una segunda edición. Este dato accesorio no tendría ninguna relevancia si no viniese a justificar un hecho indiscutible: su significación excepcional en la trayectoria lírica de Galán y, al mismo tiempo, su valor decisivo y trascendente en el ámbito de las letras argentinas. Hoy, a más de cuatro décadas de haber soltado sus amaras, aquel navío embreado por La Carpa, sigue sembrando estelas en la memoria de los hombres.

En los amplios, pausados y ondulantes versículos, que nos recuerdan algo de Lubicz Milosz, aunque no estén imbuidos de tan patética desesperanza; en su conmovida Elegía a María Adela Agudo -alta luz que se trunca en pleno florecer-; en sus coplas, que trasuntan una genuina identificación con el sentir popular; en su denuncia fidedigna contra la injusticia social; en fin, en todos sus versos, Carne de tierra nos revela a un poeta que ha ido conquistando día a día ese “solar henchido como un vientre/donde el hombre apacienta el eterno secreto de las cosas”.

Ahora o Nunca aparece en 1960. La obsesión de la muerte, insinuada en sus obras anteriores, asume en ésta una inquietante intensidad dramática que el poeta no logra disfrazar mediante sus ingenuas coartadas: la exótica Never Land y la clásica Dama de Negro.

En Réquiem por un enemigo el artista se acoge al amor de su madre, lejana ya en el tiempo, para oponerlo como un escudo de inexpugnable ternura frente a las acechanzas del mundo. Con ella se define, con ella triunfa del odio. Y, además, ella le nutre la sangre de una serena magnanimidad que lo faculta para “inferir el perdón y el poema”, como dice con trágica ironía.

 

Jacobo Regen

5 octubre 1997

 

 

 

 

 

Prólogo[3]

La obra literaria de Joaquín Castellanos, en prosa, teatro en verso y poesía, adquiere presencia en el mundo literario argentino con el reconocimiento de los dos grandes maestros del modernismo: Leopoldo Lugones y Rubén Darío. Considerado por muchos su poema máximo, El Borracho, tuvo una vasta difusión popular, en los pueblos la gente repetía de memoria sus versos que terminaron eclipsando la obra del vate y político salteño.

En el resto de su lírica predomina fundamentalmente un tono romántico exacerbado por las pasiones humanas, por las diatribas patrióticas y por una metafísica donde priman, encadenadas a un ritmo vivaz y de tono profético, la filosofía que movilizaba las ideas de su tiempo. Metafísica de alta percepción, tal vez la más profunda y expresivas que se escribió en su época.

En El Limbo, su poema dramatizado, que firmó con el seudónimo de Dharma, la épica avanza por entre las columnas de la descripción telúrica, la memoria del amor, los reclamos libertarios y anticlericales y las del cosmos desatado e imponente moviendo el destino de los hombres.

La historia de un país reciente arma en gran parte de su obra la comarca donde el pensamiento poético de Castellanos habrá de volcar con desmesura los abismos de sus ideas renovadoras que no desatienden un reclamo universal sobre la condición humana.

Estos trazos maestros se advierten en cada uno de sus libros vertebrando una producción que, si bien fue atendida por sus pares argentinos, no tuvo el reconocimiento que merece.

Sobre todo, con su obra El Borracho, a la que podríamos calificar por su envergadura, extensión y potencia como la pieza, quizá, más importante que dio el romanticismo en nuestro país. Así como lo fue El Matadero de Echeverría, en prosa.

Tal vez un romanticismo tardío -como fue también tardío el romanticismo en España- pero, sin lugar a dudas, por la concentración de su discurso, por la libertad de sus diatribas y por sus momentos líricos la obra más acabada de esa corriente literaria en la Argentina.

En esta obra completa, en cada uno de los prólogos que se reproducen, podrán advertirse las particularidades en las que derivan estas líneas maestras a las que hago referencia.

Si El Borracho es el ojo del huracán de la producción de Joaquín castellanos para el conocimiento de los lectores, todos sus otros libros contienen en germen o en tono, los elementos de este poema. Aunque sea en otros libros donde su lírica vuela con más riesgo y hondura.

 ¿El temulento o el borracho?

La proscripción de la obra de Joaquín Castellanos obedeció, sin duda, al ensañamiento de ciertos eufemísticos cofrades para quienes la sola alusión al vino o al ajenjo era un pecado inmortal. ¡Escribir, para colmo, un poema titulado El Borracho (1887) no bien hubo dejado el biberón! ¡Y dedicárselo a Lugones que, en el peor de los casos, sólo pudo embriagarse con néctar de incunables calepinos!

A las pruebas me remito: “la imagen báquica de El Borracho -sentencia Martín García Mérou- no puede inspirar sino repulsión y cansancio. Se comprende la grandeza en la Ambición, en el Odio, en el Juego, en la Venganza, pero no se concibe en la embriaguez. Lo lógico sería, en El Borracho, amar a un Espronceda, a Byron, Rollinat o Baudelaire, y no digo a Edgar Poe pues a un genio como él puede perdonársele pertenecer al gremio de los copólogos”.

En sus Recuerdos literarios (1891) García Mérou olvida mencionar a otro gran descarriado a quien Rubén Darío consagró para siempre aquellos versos: “Padre y maestro mágico, liróforo celeste…”. Si esta confusa élite pretendiera insultar a Paul Verlaine debería llamarlo "Temulento”.

La crítica exquisita tozudamente defendió “La Leyenda Argentina”, “El Nuevo Edén”, “El Viaje Eterno” y otros poemas, importantes sin duda, e imbuidos de clásica elocuencia, pero en cuanto a El Borracho lo rechazó con férreo dogmatismo. No se salvó ni el título. Y tampoco se dijo que este libro sellaba con grandeza incomparable el periplo romántico que había inaugurado Echeverría.

Además de las múltiples ediciones clandestinas y de la que imprimió Jesús Menéndez en 1926 (integrando los Poemas viejos y nuevos), hay que dejar en claro que en 1967 la Editorial Castellví, de Santa Fe, publicó un volumen conteniendo El Viaje Eterno y El Borracho, (así, con este título) y que, en 1973 Ediciones Cepa, de Salta, editó El Borracho y Siete poemas inéditos, con síntesis biográfica de Federico Castellanos y epílogo de del poeta Manuel J. Castilla.

Rememorando una sobremesa en que Leopoldo Lugones recitó de memoria su poema El Borracho, dice Joaquín Castellanos en el texto de su dedicatoria al poeta cordobés:

 “A todos nos causó asombro el poder de su memoria para recordar versos que había leído usted veinte años antes.

Pero nadie podría sospechar un acto preparado de benevolencia o fineza hacia mí, puesto que nuestro encuentro aquel día fue accidental y casual.

Le confieso que yo me sentí gratamente impresionado al saber que usted había aprendido y recordado aquella composición. Era un aprueba de que usted la había leído y apreciado alguna vez, seguramente en su primera juventud.

El hecho debía sorprenderme aún más, teniendo en cuenta que, en lo general, y por motivos que encuentro justificados, esa poesía fue siempre desdeñada por los literatos, sobre todo por los nuevos, con gustos y doctrinas estéticas hostiles hacia todo lo que no pertenece a las escuelas modernistas.

Junto a Rubén Darío ha sido usted, en los países del habla castellana, incluyendo a la misma España, iniciador y director del movimiento de renovación de la literatura, cuyos excesos pasarán, quedando subsistentes sus valores efectivos.”

En el Nuevo Edén, que refiere magníficamente la hazaña de Colón -tácito paradigma de un entrañable viaje poético interior-, asoma en el poeta la visión de una América que abarca todo su territorio lírico y humano: “…y su vida es un viaje,/ al través de la tierra, al infinito./ Al infinito, océano de los mundos,/ viaja buscando con secreto anhelo/ la patria de las almas,/ la misteriosa América del cielo!”.

Esta celeste América se ahondará después en sus terrones primigenios y de ellos brotará sencillamente, en un retorno inevitable al recóndito origen, la copla en que desnudan su corazón los hombres y mujeres de esta tierra.

“Hasta que el pueblo las canta,/ las coplas coplas no son,/ y cuando las canta el pueblo,/ ya nadie sabe el autor”. De esta anonimia que Manuel Machado preconizó después en sus cantares, surgió La Gran Querencia que, en la anticipación de castellanos, “es la mejor definición de patria”.

Y aquí no puedo menos que transcribir algunas de estas estrofas, emparentadas lisa y llanamente con la gran poesía popular:

Vos que a mí me estás mirando,

y yo que a vos te estoy viendo,

somos uno y somos dos

que nos estamos queriendo.

 

Desertor de las estrellas,

en las nubes fui matrero,

cóndor en las serranías,

huracán en el pampero.

 

Con mi canto a los que sufren

yo les doy mi sombra amiga,

como el árbol del desierto

al gaucho sin techo abriga.

Caballo con mucho amanse

se hace pronto mancarrón;

no hay buen pingo ni hombre entero

sin algo de redomón.

Como vemos, en la copla, forma fundamental en la poesía del noroeste argentino, está junto al poeta de tono universal, latente, la memoria lírica de su tierra natal.

 

La prosa literaria

Hay un espejo de la prosa política de Castellanos en sus escritos literarios, tal vez más remansados por estar más alejados de la polémica puntual.

Tanto en Güemes ante la Historia como en la recopilación publicada de sus colaboraciones en la revista caras y Caretas, el retrato del guerrero salteño y el de Sarmiento o Avellaneda muestran vibrando en la misma temperatura al escritor y al idealista. Se incluyen, también, dos piezas: una dedicada a Andrade y la otra a Los dos Hernández.

En Inquietudes, obra de teatro en prosa, es el amor, la mujer y su mundo en esos años, los que habrán de sedar la elocuencia hacia una prosa más delicada y menos beligerante, aunque no exenta de vaticinadoras certitudes sobre su futuro lugar en la sociedad.

Estos y los otros libros aquí incluidos como sus Ojeadas literarias, críticas y semblanzas con párrafos medulares sobre el oficio del escritor, rescatan por fin, para los lectores de habla castellana una producción insoslayable para la historia de nuestra literatura.         

 

 

Jacobo Regen

 

 



 

Kaddish para Jacobo Regen (1935 – 2019)

 

Invocarán tu nombre, Jacobo

y caerá un manto

de lluvia regando

la tierra yerma de la poesía.

 

Tu canción será

consuelo y escudo.

Himno en la victoria.

 

Los poetas reunidos

en el Templo Dorado

forjarán un hombre

con versos piadosos

tatuados en la frente.

Responderá a tu nombre.

 

Volveremos a casa

trepados a tu ala.

Llegar será un amén.

 

                               Alejandro Morandini

 

 

 

Nota bene

 

Jacobo Regen, (Salta, 1935 – 2019) publicó Seis poemas, Córdoba, 1962; Canción del ángel, Tucumán, 1964; Umbroso mundo, Buenos Aires, 1971; Canción del ángel y otros poemas, Salta, 1971; El vendedor de tierra, Salta, 1981; Poemas Reunidos, Salta, 1992; Antología poética, Fondo Nacional de las Artes, 1996; Umbroso mundo, obra reunida, Salta, 2014.

  

Alejandro Morandini, (Córdoba, 1964) publicó Bestias domésticas, Salta 2006; El oficio del árbol, obra periodística de Manuel J. Castilla, Salta, 2013; Kuky, textos recobrados de Teresa Leonardi Herran, Salta, 2023. Becario del Fondo Nacional de las Artes en 2007 y 2021. El Ministerio de Cultura de Salta concedió en 2023 el Mérito Artístico por su obra literaria


[1] Prólogo a Obra poética, de Julio César Luzzatto, Libros del Cuarto Centenario, Dirección General de Cultura de Salta, 1984

[2] Prólogo a Obras completas, de Raúl Galán, Cuadernos del Duende, Jujuy, 2004

[3] Prólogo a Obras Literarias, de Joaquín Castellanos, Dirección de Publicaciones del Senado de la Nación, Buenos Aires, 2000