Ira justa y amor profundo
“Los hombres hacen su
propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La
tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro
de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y
a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis
revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los
espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su
ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado,
representar la nueva escena de la historia universal.”
Carlos Marx, “El 18 Brumario
de Luis Bonaparte”, 1852
“¿Quién dijo alguna vez,
y con qué razón, que la poesía pudo siempre prescindir de la historia, pero que
la historia no podrá nunca prescindir de la poesía?”
Walter Adet, “Poetas y
Prosistas de Salta, 1582 – 1973”
En el norte argentino, donde los abuelos lo dieron todo por el mañana lejano, donde antiguas ignominias modelan la vida y en ella, agobiadas, las jóvenes generaciones trazan con sus versos los nuevos campos de batalla, acompaña sus antífonas el paso militante de Teresa Leonardi Herran. Sin su pasión poética hoy seríamos más desdichados. Su virtuosa abnegación y su lúcida claridad quedarán largamente entre nosotros alumbrando la larga marcha por la dignidad y la justicia, y más aún, cuando al escribir sembremos las semillas de las alegrías futuras en la conciencia de quienes alcanzarán la victoria.
Hambrienta de verdad y belleza, libró una vida intensa en la provincia literaria que la vio nacer. Fue en Salta, en 1938. Transitó su infancia entre Jujuy y Tucumán hasta que su familia se estableció definitivamente en el apacible valle.
“Mi mamá era maestra, mi papá era empleado. Ahora a él
le gustaba leer poesía y copiaba las poesías que le gustaban. Y yo accedí a su
cuaderno. Y comencé leyendo Darío, Almafuerte y cuando uno lee poesía… en todo
lector ya hay un escritor… esas son teorías actuales que me confirman lo que yo
sentí. El leer con gran placer y saber que es una actividad que no la vas a
dejar hasta tu muerte, ya está diciéndote que vos también vas a escribir […] En
ese momento, cuando era adolescente, la temática era el amor. Soy una persona
que le ha dado mucha importancia al amor.”
Estudió
en la Escuela Normal, y desde los quince años, según ha declarado en diversos
reportajes, la literatura fue su pasión. En aquellos días ejerció lo que ella
definió como “una timidez casi patológica”, ante el rostro de la abulia
conservadora. Sus compañeras de colegio la apodaban “la muda” mientras ella
soñaba con libros y una remota carrera de medicina.
En
1958 ingresa a la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional de Tucumán,
donde comienza su interés por la política de la mano de grupos reformistas. Ese
año la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu convoca a elecciones proscribiendo
al partido mayoritario y gana la presidencia Arturo Frondizi; bajo su gobierno van
a converger obreros y estudiantes en una dinámica confrontativa en contra de
las proscripciones políticas y el saqueo del patrimonio nacional. En la
apacible provincia gobernaba Bernardino Biella. Son los años del roce en las
calles entre quienes apoyaban la educación laica y quienes apoyaban la creación
de universidades privadas para otorgar títulos habilitantes, enfrentamiento que
alcanzaría también el letargo provinciano y a sus instituciones “libres”. El 1
de enero de 1959 ingresan a La Habana las tropas del Segundo Frente Nacional
del Escambray comandadas por Eloy Gutiérrez Menoyo, al día siguiente marcharán
sobre la capital cubana las tropas comandadas por Camilo Cienfuegos y Ernesto
“Che” Guevara, y la historia y la juventud latinoamericana no volverían a ser
las mismas nunca más, y esto incluye la vida de nuestra poeta. Con
posterioridad a estos hechos Kuky se incorpora al Departamento de Humanidades
de Salta.
Compartió
sus primeros versos con amistades y colegas transitando ese hervidero de futuro
y de formas que fueron los años sesenta.
“Mi primera publicación fue una plaqueta de poemas,
Todo el amor, editado por la Dirección de Cultura de Tucumán en 1969. Ser
escritora tenía una doble desventaja: ser mujer y ser del interior -eso también
lo sufren las voces masculinas-, publicar era excesivamente caro. En el
Departamento de Humanidades -que entonces pertenecía a la Universidad de
Tucumán-, iniciamos reuniones para defender las posturas femeninas. De ellas
participaban: Yolanda Fernández Acevedo, Zulma Palermo, la inolvidable Ana
María Giacosa, Marta Serrano y Celia Aiziczon […] leíamos y comentábamos libros
de Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, etcétera […] Para mí, el modelo de mujer
libre y talentosa fue Sara San Martín, auténtica escritora: toda su vida es
poesía”
Ethel
Mas y Yolanda Fernández Acevedo podrían contar magníficas anécdotas de los días
dorados no exentos de experimentos con la palabra y la voluntad, como el
periódico aquel mimeografiado, “Dyonisos”, hoja de poesía que quiso ser revista
que ya nadie conserva y sobrevive en la conversación de unos cuantos. Para
ingresar en aquel círculo de amistades era necesario tener opinión formada de
“En busca del tiempo perdido”, de lo contrario podía uno considerarse excluido.
En un retrato de esos días, Sara San Martín bosqueja en un inédito, la
atmósfera que rodeaba al legendario Departamento de Humanidades:
“En las tierras altas el Búho de Atenas no alzó el
vuelo todavía. Apenas ha chistado o se ha limitado ocasionalmente a asustarnos
un poco anunciándonos el acecho de las sombras. Aquí, en Salta, el Búho tiene
una versión en nuestro ‘Atajacaminos’, un ave ojerosa con la que la gente
campesina no gusta encontrarse porque afirma que es presagio de muerte, cuando
imprevistamente se cruza delante del viajero y le sacude en la cara dos
aletazos y un chistido, como desafiándolo a meditar sobre la finalidad del
camino. Volviendo a nuestra opinión inicial, podemos asegurar, siempre
alegóricamente, que el chistido y la sombra escurridiza del emisario pareciera
intensificar su presencia, en estos últimos tiempos, entre las milenarias abras
y los antigales silenciosos. Hablar de Filosofía en Salta, que está en plena
siesta de cigarras, es impropio; hablar de inquietud filosófica es acaso menos
osado porque existe esa inquietud. El público que acude a escuchar las
ocasionales conferencias filosóficas, revela calidad espiritual, en un vasto
sector de la comunidad realmente ávido de aproximación a la verdad…”
Egresada
del Departamento de Humanidades, ejerció la docencia universitaria recién
recibida. Fue auxiliar del profesor Jorge Estrella en Introducción a la
Filosofía. Era la Universidad de Salta que recibía en sus aulas a los hijos del
pueblo trabajador y a intelectuales como Rodolfo Kush. Quizás entonces trabó
amistad con Holver Martínez Borelli, quien la introduce en los círculos
literarios salteños:
“Entonces él fue el que me lleva. Ahí estaba toda la
generación del 60. Estaba Perecito, Santiago (Sylvester), Walter Adet, Jacobito
Regen, Benjamín Toro, Andolfi, Ahuerma. Los más jóvenes de ellos eran Juan
Ahuerma y el Teuco (Castilla).”
En
esas rondas de poetas que afanosamente pugnaban por desprender su literatura de
la sombra viva de Juan Carlos Dávalos, ensayando una perturbadora angustia
existencial y un afán de transformación, Kuky leyó sus primeros poemas. Con los
años encarnó definitivamente al grupo. Si bien Salta ya conocía la presencia de
voces femeninas en el arte de la versificación, como ejemplos, María Angélica
de la Paz Lescano y Mercedes Clelia Sandoval, con Teresa Leonardi Herran,
estamos frente a un conocimiento disciplinado, instruido en la cultura clásica,
en familiaridad con otras lenguas, y una condición de clase que no aparece en
ningún otro componente generacional y nos posiciona ante una razón literaria de
excepción.
La historia de la literatura de Salta registra hacia abril de 1971 que Kuky
publica una reseña al libro “Homo Religiosus”, de Giorgio Zunini en el
Suplemento Literario del diario La Gaceta de Tucumán. Seguramente quede
atrapada entre las ya crocantes hojas de las páginas de los diarios El
Intransigente y El Tribuno de Salta, alguna otra nota con sus observaciones
estéticas. Quizás así comience su abrumadora intervención crítica en el campo literario,
continuando el impulso opinante de Francisco Herran, su esposo y padre de su
hijo Martín, quien desde mediados de los sesenta destilaba en las páginas
culturales de la prensa salteña variadas consideraciones sobre libros y los
escasos acontecimientos artísticos de la época que no fueran las monótonas
expresiones folclóricas.
En
1973 Walter Adet, consigna su presencia literaria en los párrafos finales de su
imprescindible, “Poetas y Prosistas Salteños 1582 – 1973”, dice en su última
página:
“En 1973 publica con mayor frecuencia Teresa Leonardi
Herran, en ascendente producción; y a punto casi de finalizar la impresión de
estas páginas se conocen en Salta los primeros poemas de Baltazar Dávalos
(1952), de original y noble acento lírico”
Esos
años, quizás meses, de la experiencia democrática en la recién creada
Universidad Nacional de Salta serán decisivos para la formación sensible de la
poeta. Participa en los concursos literarios provinciales de 1973 obteniendo el
segundo puesto y posterga la publicación de sus poemas hasta 1985. Esta entrada
en el mundo de las publicaciones que demora la edición de sus escritos, juega
en esa suspensión una instancia determinante para la formulación de su poética
tal como la conocemos.
En la
provincia, luego de largos y oscuros años de sucesivas dictaduras y elecciones
amañadas, gobernaba nuevamente el peronismo, esta vez no su ala conservadora,
sino su rama más ardiente que buscó con la elección del Dr. Miguel Ragone,
transitar el camino de la liberación nacional y social.
A
mediados de los setenta, con el golpe en ciernes, la diáspora, la acción
directa del ejército argentino, la policía brava y las mafias, privaron a Salta
de una generación de militantes y creadores comprometidos. Antes de la
desgracia definitiva que asoló y todavía carcome este país, Kuky forja en la
Universidad de Salta una experiencia decisiva:
“Yo estaba en la universidad, había sido cesanteada.
Cuando triunfa el lopezreguismo, nos cesantean a muchísimos profesores y
auxiliares de la universidad en el año 74. Yo estuve trabajando en la gestión
de Martínez Borelli, estaba en filosofía y aparte daba un taller de literatura.
Entonces con el avance del lopezreguismo empezamos a ver lo que se venía, pero
jamás imaginamos esta masacre. Mucha gente se confió y siguió viviendo en Salta
como si nada. Bueno, el rector Holver Martínez Borelli, que tenía un fuerte
compromiso con el grupo de Montoneros, se va a Buenos Aires, se oculta allí, y
desde allí sale para Europa.”
Con
sólo un libro publicado en 1968, “Víspera del mar”, Martínez Borelli no dejaba
de tener una sostenida actividad literaria, ya sea en cantinas donde se animaba
la discusión o en la mesa de la SADE. Sus temas fueron el amor, concebido como
un estremecimiento metafísico, el fervor social y la condición existencial. Fue
rector de una universidad recién nacida al calor de las luchas sociales. La
experiencia de aquellos años en esa casa de estudios tuvo una impronta democrática
que posibilitó la organización interna, la modernización administrativa y
funcional en dinámicos departamentos de investigación y extensión, junto a la
llegada del pueblo pobre a los estudios superiores. Esta etapa marcará el
posterior desarrollo de la institución, duramente castigada por la represión
desatada durante el gobierno de Isabel Perón y continuada por los heraldos de
la dictadura. Los entretelones de su alejamiento del gobierno de la universidad
y el desembarco de la intervención que desde Buenos Aires lideraba Ivanissevich
en las academias, forman parte del debate sobre la represión en Salta, y aún
hoy, de acaloradas disputas dentro y fuera de sus aulas. Su vida estuvo signada
por el amor a la poesía y la razón política. Forjó una ética, algo de lo que no
muchos de sus pares pueden presumir. Experiencias como la de Martínez Borelli,
Roque Dalton, Juan Gelman o Paco Urondo, son ejemplo de una íntegra
responsabilidad con el momento histórico y social que un artista comprometido
debía urdir conscientemente. Doctor en leyes, ex-seminarista, vate de lengua
enamorada, rector de la Universidad Nacional de Salta y miembro de la Mesa de
Conducción Nacional del Ejército Montonero, Holver compartió con Kuky
definiciones artísticas, cruzaron correspondencia y citas bibliográficas hasta
que murió en el exilio, en Bruselas, de un paro cardiorespiratorio un día de
agosto de 1978, luego de una conferencia sobre el estado de los derechos
humanos en Argentina, muerte súbita, se dijo, mientras bordeaba el lago Egelsee
su vehículo se fue contra los álamos. Las fuerzas sensibles de Salta no se
recuperaron más de aquella fatalidad.
Kuky, finalmente desplazada de la universidad,
continuó escribiendo en solitario mientras su generación ardía.
Santiago
Sylvester, en su prólogo a “Los lugares comunes”, poemario póstumo de Holver
Martínez Borelli, comenta esos años de la historia dramática del continente que
incluyó experiencias como en el caso de Kuky Herrán, de exilio interno y
silencio forzoso:
“Generaciones enteras partieron al exilio en su propio
país. Unos se fueron por necesidad de aire, por aligerar la respiración, otros
simplemente para salvar la vida; y otros se quedaron (también ellos) a acumular
exilio, en tanto dure/este paisaje de final de época, según lo cuenta Kuky
Herrán en un poema que me mandó hace algunos años desde Salta.”
En
aquellos años oscuros, donde según su testimonio era hasta sospechoso andar
triste, no es difícil imaginar a nuestra poeta ocupada en la Alianza Francesa,
y sosteniendo desde allí un frágil contacto con el afuera, en su caso, París.
Con noticias más o menos frescas sobre el estado de los derechos humanos y las
tendencias literarias en boga. Se dedicó a leer a Sartre y a la traducción de
Jean Follain, Albertine Sarrazin o Jacques Brel. Ejerció como maestra primaria,
allanada al regular dictado de clases en la Escuela Rivadavia de esta ciudad.
En algún momento, quizás inmediatamente, ¿cómo habrá sido aquel día en Salta?,
tuvo noticias de una falsa fuga y el posterior fusilamiento en un descampado de
Cabeza de Buey. El horror quedó fijado en su cerebro, nítido, el crimen de sus
compañeros. La lucidez ante los hechos la encegueció, memoria oh mi ciego
gusano, escribirá. Luego, en su primer libro ya en 1985, reúne algunos poemas que
evocan aquella masacre y son el núcleo de su voluntad literaria.
Transitaba
una experiencia, consciente de atravesar una época oscura debió buscar refugio
en el seno familiar y la literatura. Aquellos luctuosos acontecimientos el
tiempo los constituirá en una especie de verdad. Transcurren los días y
aquellos sucesos cada vez más lejanos, y no por ello menos horrorosos, se hacen
materia sólida que contiene todo el peso de las ausencias y el argumento de los
poemas. Escribe como una conjura para remediar o corregir una condición
irrevocable. Sabe que el olvido es el triunfo del plan de exterminio. La
estrategia está esbozada en su primer poemario, aún aguardaba la vivencia,
“Sólo el amor triunfante/que me salva, nos salva/de este mundo ordenado para
que seamos tristes/de ese disfraz antiguo que habita entre los otros”. Serán
aquellos versos un antídoto contra la pérdida y el desamor. Los poemas traman
nuevas emociones, visten antiguos fantasmas. La evocación cuanto más sonora,
más efectiva. La eficacia del verso. Ese es el único realismo que se permite,
la forma reparadora del poema en un intento por detener las fuerzas del olvido,
así los versos persisten y con ellos, lo que nombra. Una pesadilla en el centro
de la ficción del poema. Las circunstancias de la vida y las circunstancias del
poema no son muy distintas, pero son otras, y eso quizás le permitió
sobrevivir. Y quizás sea sólo sobrevivir la función de la poesía en Kuky. Tal
como Simone Weil, podría suscribir aquello que dice, “todo lo que se origina en
el amor pero se ilumina con el resplandor de la belleza es alimento”.
Con
el oficio de los días continúa desplegando una inspiración revestida de
clasicismos, divergencias y nombres propios. Se impone una tarea titánica que
busca efecto en la narrativa de la historia, un palimpsesto heroico: borrar y
volver a escribir una tragedia, enorme tarea: “A contraluz del tiempo/a
espaldas del gran viento/que corre hacia la muerte/hacia atrás me busco”. Su
escudo fue el amor, su escudero un Principito que crecía desde el corazón hacia
su mano y desde allí hacia el futuro.
Desde
mediados de la década de los setenta se puede constatar en archivos una activa
colaboración de Leonardi Herran en los medios locales, principalmente con
entregas en verso para los diarios El Tribuno y El Intransigente. Estas
participaciones suyas eran habituales entre escritores, siendo los periódicos
el lugar donde exponer regularmente sus obras. La colaboración de Kuky con las
publicaciones de la época se extiende a otras del norte argentino,
principalmente en la provincia de Tucumán. Un notable despliegue de sus textos
sucede cuando se reúnen en la ya legendaria antología, “Poesía de Salta,
generación del sesenta”, con selección y prólogo de Walter Adet y Hugo Ovalle,
(cuya primera edición se ubica en la ciudad de Tartagal, en 1979, con
ilustraciones de Neri Cambronero, edición financiada con el generoso auspicio
de la Fundación Etchart). Lo relevante de su inclusión en esta selección que
ensaya alegatos sociales y meditaciones existenciales, es su exclusiva
presencia como integrante de género, quedando fuera de esta reunión otras
destacadas autoras del momento como Juana Dib, Hilda Emilia Postiglione o Nelly
Cortés de Ubiergo.
Sin
dudas la voz de Kuky no está sola. La generación a la que pertenece trabaja una
ruptura, modela una concepción de poeta y de poesía. Son estos realizadores
quienes experimentan la incorporación de nuevas temáticas y portadores de la
cultura emergente en una década de profundos cambios sociales, de formas y estilos.
Definitivamente será esta generación quien deje atrás el nativismo, el énfasis
bucólico y el elitismo que acompaña esas formas ancladas en exaltadas
variaciones telúricas. Protagonistas de una dialéctica existencial que tanto
dialoga con las condiciones materiales como con la psicología profunda, esta
generación produce no sólo una renovación en el lenguaje poético, sino que
posiciona activamente a los escritores frente a la representación del conflicto
y a su consecuente transformación social.
La actividad
literaria de Kuky se intensifica y todavía su obra circula como inédita. En
1977 obtiene el primer premio en el concurso de poesía “Oscar Chávez Díaz”,
relegando a un segundo lugar al escritor José Fernández Molina y a un tercer
puesto al antólogo Hugo Ovalle, y dejando las meras menciones para Luis
Andolfi, Walter Adet y Carlos Hugo Aparicio. En 1979 gana el Premio Iniciación
El Intransigente, para autores inéditos, dejando el segundo premio para Nelly
Cortés y un tercero, que el jurado, Walter Adet, Manuel J. Castilla y Jacobo
Regen, deciden otorgar por fuera del reglamento al poeta Jesús Ramón Vera. Kuky
ha participado con el seudónimo “Antígona”, que indica no sólo una máscara para
concursar sino toda una definición de la posición que está forjando.
A
fines de los setenta Kuky comienza una amistad literaria con Joaquín Giannuzzi
que en los años venideros transmutó en una relación sentimental. Este encuentro
está destinado a favorecer no solo la dicha de ambos sino a la propia
literatura salteña. En enero de 1981 Kuky publica en el diario El
Intransigente, una reseña al poemario “Principio de incertidumbre”, (Ediciones
OBH, Buenos Aires, 1980), que viene a ubicar a Joaquín como uno de los poetas
más influyentes de la poesía contemporánea argentina. En aquella extensa reseña
trasluce un exquisito rigor estético y se vislumbra una admiración que ya es
fascinación amorosa. Giannuzzi logra en plena dictadura realizar un giro sobre
su obra que pasa de considerar el poder de la palabra poética como posibilitadora
del cambio, es decir una mirada poética volcada hacia el afuera, a concebir un
repliegue interior donde los objetos del mundo físico se confunden con el
propio cuerpo, en una maniobra que busca preservarse de la violencia social.
Ese giro comienza a manifestarse en “Señales de una causa personal”, (Cuarto
Poder, Buenos Aires, 1977), donde lo ideal choca con lo real y el sujeto
poético se astilla en terrores, fracasos y tumores malignos, formas incómodas
que se expresan con ironía en escarpadas meditaciones. A ese humor cáustico
Kuky lo llamó forma extrema de la ternura y la compasión. Se entiende que a
partir de este vínculo Kuky tiene un lector privilegiado y un referente que la
aleja definitivamente de los moldes poéticos locales.
En
1982 integra la comisión fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos, y desde entonces despliega una actividad gremial en la ADP y en CTRA;
está junto a Alfredo Bravo en la formación de aquella organización en Salta. En
todo este tiempo no ha dejado de sostener su trabajo como docente de escuela
primaria y ahora que se abre una ventana democrática, ejerce decididamente la
militancia gremial. Será un símbolo de la lucha docente provincial sosteniendo
hasta el último día la huelga de hambre de las y los maestros que se
manifestaron en las recovas en torno a la plaza central de esta ciudad.
Igualmente estuvo en la calle militando las primeras marchas masivas contra la
impunidad en los años del retorno democrático. Despliega una defensa
irrestricta por los Derechos Humanos mientras la dictadura retrocede, se
organizan los partidos políticos y los chicos vuelven de la guerra.
En 1985 finalmente publica “Incesante
memoria”, al cuidado de Jesús Ramón Vera. Este libro reúne los primeros poemas
de Kuky donde fija núcleo temático, procedimiento e inaugura su conmovedora
observación social. Un verso moderno, libre, amplio, que transita mitologías y
citas, que es testimonio sensible y conserva esperanzas de cara al porvenir. Un
libro, como ocurre muchas veces en provincias, que llega en la edad madura, y
la intención se devela largamente meditada y compartida. A su fervor
revolucionario le agrega la invención cortazariana y una delicadeza propia. Con
la reunión de sus versos queda establecida su ruptura con el paisaje y la
tradición, a la vez que adquiere un tono intimista y teje su impronta social en
un discurso que va de notas trágicas a invocaciones épicas; la figura materna
le ayuda a sintetizar lo íntimo con la denuncia social. Con ella, Madre y
Memoria son figuras retóricas análogas donde una posición se sirve
inagotablemente de la otra. Con los años se dirá de este poemario que es
crónica poética, que es depositario de un simbolismo clásico y que se mantiene
fiel a la tradición europea que legitima el discurso político en rabiosas
composiciones versificadas. El libro se completa con ilustraciones de Santiago
J. Rodríguez que acentúan su carácter y hace evidente una estetización del
horror; juntos, textos e imágenes componen una denuncia del estrago salteño que
es un fragmento del holocausto argentino. Este poemario tendrá tres reediciones
más, todas aumentadas y corregidas, y será el título elegido para la antología
de 2018 editada en Madrid, en la Colección Visor de Poesía.
Nuevamente
en la Universidad Nacional de Salta ejerció como profesora de Ética, de
Historia de la Filosofía Antigua y de Historia de la Filosofía Contemporánea.
Como en todas las unidades académicas los primeros años de recuperación
democrática fueron especialmente agitados a la hora de regularizar cargos en
concursos públicos y transparentes. Por esos días se ponía en juego convalidar
modelos conservadores u ordenar a las facultades en departamentos, en esa
necesaria obstinación Kuky participó en la renovada vida democrática de la
institución y es probable que quede testimonio de su acción y palabra en
archivos de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Salta que no
estaban accesibles al momento de ser requeridos para su consulta. Los debates
fueron intensos en los distintos consejos y no era un tema menor la
reincorporación de los expulsados por la dictadura y los concursos
correspondientes para ocupar las cátedras.
Luego
de la publicación de “Incesante memoria”, Kuky despliega una amplia actividad
en el campo cultural, político y sindical; su militancia adquiere volumen y
participa en distintos foros y debates que trae la primavera democrática. En
1986 realiza su único viaje al exterior. Viaja a la Nicaragua sandinista donde
colabora durante algún tiempo en diversas tareas de alfabetización y se
involucra en talleres literarios. Quiere observar de cerca ese sueño
revolucionario que ha concitado la atención de los intelectuales y las fuerzas
progresistas del mundo. Toma contacto con escritores que han combatido en las
trincheras contra la dictadura somocista, y tiene un encuentro cercano con el
feminismo revolucionario donde observa de primera mano cómo es la dinámica de
las luchas de género en un proceso social profundo. Todas estas observaciones
están registradas hacia 1988 en el ensayo, “La construcción del poder popular
en Nicaragua". Desde la provincia de Jujuy el poeta Ernesto Aguirre
también se ha lanzado a vivir de cerca aquellos años dorados de la revolución
centroamericana, no viajan juntos, pero experimentan la misma travesía, ambos
pertenecen a una generación diezmada por la dictadura y hacen de sus poemas una
suerte de alegato contracultural, denuncia social y son una exaltación de la
rebeldía y del inconformismo. Los estudiosos de la poesía del norte aún se
deben el trazar estos paralelismos porque en ellos anidan muchas respuestas a
las formas contemporáneas y la manera de asumir el acto poético en la
postdictadura. Tanto en Kuky como en Aguirre, la visita a Nicaragua no debe
leerse como viaje iniciático, para ambos es una excursión hacia las fronteras
de lo que soñó una generación de mujeres y hombres insumisos, para la historia
de la literatura quedará más que el gozo y el asombro ante un pueblo que se
alza sobre sus razones, la traza de un sendero rebelde. Seguir sus huellas no
es volver a Nicaragua, es internarse en el monte de la belleza de los libres.
Hacia
1987 Kuky Herran es candidata a gobernadora por el Frente Amplio de Liberación,
una coalición integrada por los partidos comunista, humanista, verde y otras
fuerzas progresistas. Su amiga Ana María Giacosa, ya había encabezado las
listas del Frente de Izquierda Popular, del polémico Jorge Abelardo Ramos, lo
que indicaría la dirección que toma la acción de estas escritoras. Salta no se
había encontrado con versificadores de este compromiso desde Joaquín
Castellanos, quien experimentó, al igual que Martínez Borelli, Leonardi Herran
y Giacosa, una existencia hecha de búsqueda de belleza y responsabilidad
social.
En 1988 Kuky participo del Primer Encuentro Nacional de Escritoras, y se vinculó al grupo de feministas que editan la legendaria revista “Feminaria”, Lea Fletcher, Diana Bellesi, Alicia Genzano y Jutta Marx, quienes toman el nombre de la novela “Les guérrillères”, de Monique Wittig. Como militante, su feminismo está en la matriz de su proyecto estético y político. Es en esa revista donde da a conocer su ensayo “Piel de mujer, máscaras de hombres”, texto curioso en donde arriba a conclusiones que debieron ser meditadas y seguramente escritas y probadas en otras publicaciones, que no hemos encontrado en el curso de esta investigación, -toda la investigación está basada en archivos públicos-. “Piel de mujer, máscaras de hombre”, se publica en un número de la revista que recoge en parte ponencias que se dieron en el marco del encuentro de escritoras, donde Kuky leyó su trabajo. Este ensayo suma a lo largo de los años numerosas referencias en cátedras extranjeras, despertando genuino interés y admiración por su estilo y la asombrosa actualidad que conservan sus reflexiones y propuestas. El texto sorprende tanto por el llamado a ejercer la práctica de un lenguaje liberador, al tiempo que esboza sustanciales aportes a una teoría feminista de la literatura, que no es una mera consideración artística o un empalagoso listado de autoras olvidadas sino un claro discernimiento social, cultural y político, donde replantea las nociones de lenguaje, texto y escritura. Obliga a pensar que la mujer escritora debe ejercer un examen de lo que en torno de las escritoras han generado los escritores varones. De alguna manera sigue las voces de Sandra Gilbert y Susan Gubar, cuando exponen en su libro “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX”:
“[…] para definirse como autora, debe redefinir los
términos de la socialización. Por lo tanto, su lucha revisionista suele
convertirse en una lucha por lo que Adrienne Rich ha denominado “Revisión: el
acto de mirar hacia atrás, de ver con ojos nuevos, de entrar en un texto
antiguo desde una nueva dirección crítica […] un acto de supervivencia”.
Además, con frecuencia sólo puede iniciar dicha lucha buscando una precursora
que, lejos de representar una fuerza amenazante que haya que negar o matar,
pruebe mediante el ejemplo que es posible una revuelta contra la autoridad
patriarcal.”
Su
realización como intelectual feminista y poeta revolucionaria, no deja un
legado, la transmisión de títulos de propiedad es el combustible que alimenta
al patriarcado; lo suyo es un proceder, quizás el recorrido de una voz que se
alzó clara en el combate que eligió sostener, sus versos consuelan el esfuerzo
y anuncian el porvenir. Plantea para el feminismo objetivos de clase. Su prosa
didáctica es para educar al analfabeto lírico, como gustaba decir. Ofrece su
vida no para que sea tomada como ejemplo, ni para que sea adornada con pesados
homenajes, sino para leer en ella la aventura de lo que vendrá. Para testamento
alcanza el de León Trotsky, que sólo dejó como herencia ideas inquietantes: “La
vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y
violencia, y la disfruten plenamente”. Frente al enemigo común privilegió la
unidad, no se dejó seducir por demagogias, con el exceso de elocuencia le
asomaba apenas una sonrisa. Fue una madre salteña, con todo lo que esto
significa y obstinadamente resignificó; en todo caso, le debemos ir en contra de
las tradiciones y traer el agua nueva del feminismo liberador, porque con ella
se liberan sus hermanas y los hombres aprenden a romper ominosos atavismos.
En 1990 obtiene el Primer Premio de poesía
para autores éditos, de la Dirección General de Cultura de la Provincia, por su
obra, “El corazón tatuado”, publica su obra la Comisión Bicameral Examinadora
de Obras de Autores Salteños. Los años noventa será la década del gran ciclo
poético de Kuky, en tanto ratifica esa alerta social constante en sus poemas y
la afirmación de una lengua propia que emerge de una cabeza disidente, ya de
alguna manera tomada por la incertidumbre. “El corazón tatuado” es el poemario
de las isócronas moscas, poblado de animales fervorosos o melancólicos que no
son otros que los flamantes instrumentos de dominación gravitando sobre
corazones rotos, poesía cegadora donde amor y muerte anudan el devenir de una
nación de desesperados y un continente fracturado por el neoliberalismo. En
1991 publicará “Blues del contraolvido”, el más vallejiano de sus libros donde
“días de hierro se transmutan en oro”, en futuras reuniones de su obra propone
a este como el primero de sus libros. Persiste en sus versos la tarea de
imponerse al olvido, fija en la página los nombres propios de sus afectos, sus
colegas han llamado a este nominar, dolorosa reflexión ética.
También
por estos años afianza y explaya su prosa pedagógica. Kuky nunca dejó de
enseñar sabiendo que un poeta ante todo es un maestro de poetas. Desde 1992 el
periódico cultural “Claves”, dirigido por Pedro González, otorgó un generoso
espacio a la difusión de poesía y cedió la edición de este a Kuky Herran por
casi diecisiete años. Allí publicó una serie de reseñas y notas críticas que
conforman el cuerpo principal de esta investigación por su regularidad,
extensión e interés literario. El trabajo de selección de versos y notas
reunidas abarcan el registro de lecturas más intenso y erudito de la historia
de la poesía contemporánea del norte argentino, quizás sólo comparable a las
recensiones hechas por Daniel Ovejero en correspondencia con Teodoro Sánchez de
Bustamante, siendo en el caso jujeño de exclusivo carácter privado, y en este
de Kuky, de naturaleza pública. La profesora Marta Ofelia Ibáñez caracteriza de
esta forma su colaboración en Claves:
“Teresa Leonardi Herran selecciona y escribe breves
notas críticas sobre poetas europeos y latinoamericanos, además de reseñas y
comentarios sobre escritores locales. En el N° 49 del ´96 leemos, “No hay amor
venturoso”, de Louis Aragón, acompañado de una copia del manuscrito y del
original en francés. Divulga también a Tristán Crobière con traducción y notas
de su autoría, a los latinoamericanos Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Jorge
Teillier, a Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Circe
Maia, Antonio Cisneros, Jorge Enrique Adocen, Ledo Ivo, a Verónica Zondek,
Francisco Madariaga y Leonardo Martínez.”
Esta
participación de Kuky con notas y reseñas críticas continúa en otras
publicaciones como “Diálogos”, “El Pájaro Cultural”, “Cuadernos del Trópico” y”
“Artenautas” . Sobre el final de siglo sus intervenciones son cada vez más
frecuentes en el campo cultural salteño. Participa activamente de los jurados
de concursos locales promoviendo y alentando nuevas camadas de escritores con
una generosa disposición a leerlos y orientar lecturas. Su opinión literaria
adquiere cada vez mayor peso, sus observaciones procuran informar, el examen
que realiza de las obras consiste en valorar y analizar poéticas, establece
filiaciones; alienta a los novatos y vuelve sobre los pasos de aquellos que ya
cuentan con libros publicados. En “Claves” da a conocer autores extranjeros y
nacionales, ofreciendo un panorama amplio de la producción elegida, el
periódico dirigido por Pedro González dispone del suficiente espacio para esta
tarea. Cabe señalar que el conjunto de autores y autoras elegidos obedece a su
concepción de un proyecto poético insurgente, feminista y basado en la
decantación de su gusto. Y como bien señalara en una conversación privada la
profesora Zulma Palermo, estudiosa y amiga personal de Kuky, esas notas,
“Quizás dan cuenta de su biografía y cada elección responde a su arte”. Kuky
está presente en cada entrega mensual, enseñando a pulir o romper el cristal de
cada torre, según corresponda. Tiene una consigna, sólo examina poetas.
Antes
de terminar el siglo publicará “Crónicas de la edad de hierro”, (1996),
poemario social que fundirá en “Incesante memoria” al igual que, “Diario
intermitente”, de 2013, poemarios que luego de conocer una autonomía pasan a
fundirse en aquel otro gran libro que organiza el conjunto de su obra. En 1996
también publica “Rizomas”, libro que permite a la voz de Kuky dejar de gravitar
como proyecto provinciano y acceder a la consideración de crítica y lectores de
las grandes ciudades argentinas, quienes podrán conocer y seguir con atención
la evolución de sus versos. No nos equivocamos si establecemos que su punto de
mayor visibilidad se da cuando “Diario de Poesía” publica una muestra de sus
poemas en diciembre de 2001. Sus colaboraciones alcanzan ahora nivel nacional,
-“La Guacha”, “La Marea”- y su obra comienza a integrar antologías regionales y
latinoamericanas. En 1997 el novelista Carlos Müller la inmortaliza como
protagonista de su libro, “La Imaginaria”. Termina el siglo y se multiplican
los libros y la prosa instructiva, procedimiento que forma el arco de un
proyecto cultural y estético para cazar viejos animales.
A fines de la década del 90 Kuky se retira de la Universidad Nacional de Salta.
Deja detrás una larga carrera interrumpida por la intolerancia primero y por la
dictadura después. Sus alumnos la recuerdan con cariño, han compartido sus
reflexiones y lecturas en clases asombrosas. Educó en la belleza, combatió la
ignorancia, ejerció la pedagogía poética, como pensó Rodari, no para que todos
sean artistas sino para que nadie sea esclavo. Propugnó una ética de las
convicciones y una ética de la responsabilidad sabiendo que la verdadera medida
de la vida es el recuerdo. Praxis fue su palabra preferida en las clases.
Ilustró a sus alumnos de filosofía con versos, a sabiendas de que la poesía es
un aproximarse a la verdad, aunque ésta nunca pueda expresarse del todo. Sus
colegas extrañarán los comentarios luminosos a lecturas y encrucijadas del
pensamiento contemporáneo. Deja atrás sus clases sobre los pensadores de la
Escuela de Frankfurt, sus implacables lecturas de Adorno, Benjamín, Horkheimer,
Ernest Bloch, Franz Rosenzweig, Pierre Klossowski. Continuó concurriendo a la
facultad pero ya no para enseñar sino para aprender como una alumna más en
clases de portugués, quería leer a su preferido Drummond de Andrade en su
lengua nativa, y para no perder la costumbre, se dio tiempo para dictar
talleres literarios que luego trasladará a la Biblioteca Provincial bajo el
auspicio de la Unión Salteña de Escritores.
A
comienzos del nuevo siglo ofrece una entrevista al flamante periódico
“Artenautas” que hemos recuperado para esta edición, entendemos que Kuky hará
de esa experiencia un género literario, quedando registradas para la
investigación entregada al Fondo Nacional de las Artes ocho extensas
entrevistas otorgadas a distintos medios en el transcurso de diez años. No hay
rastros en el periodismo cultural en la forma de abordar a una artista salteña
como se hizo en aquella oportunidad en “Artenautas”, no sólo por someter a un
escritor salteño al Cuestionario Proust, sino por la forma en que se corre al
entrevistado del lugar del saber absoluto, y traza de este un perfil pedestre y
desacralizado. Nunca antes hubo una atención tan dedicada en la prensa por una
escritora comprovinciana. Su participación desde el número uno de la
publicación continúa con los años en una serie de colaboraciones diversas que
por sí solas constituyen un cuerpo destacado de su producción por su autonomía;
sucede como con “Claves”, una regularidad en sus entregas, aunque con otra
frecuencia, y una temática ajustada al campo artístico salteño. Kuky además
dirigió talleres y lecturas varias en la redacción de este periódico.
Otra
importante colaboración que despliega Kuky al comenzar el nuevo siglo son sus
publicaciones en “Diagonal”, periódico del Centro de Investigación y Docencia
Salta del Instituto Oscar Masotta, que se editó en esta ciudad entre 2003 y
2011. Kuky integró el Consejo de Dirección junto a Antonio Gutiérrez, María
Belén Morales y Mercedes Saravia entre mayo de 2005 y octubre de 2008. La
publicación estuvo bajo la dirección de Alejandra Borla. La revista fue de
tirada gratuita, y su nombre fue sugerido por Germán García, quién ponderó su
realización y la tomó como ejemplo para el desarrollo futuro de otras
publicaciones psicoanalíticas en provincias. La revista trascendió su
especificidad teórica para abarcar otros campos de conocimiento y atender la
articulación de psicoanálisis y cultura en una ciudad con escaso desarrollo de
esta disciplina. Entre otros asiduos colaboradores de la revista podemos
nombrar a Alejandro Ruidrejo, Hernán Ulm, Hipólito Rodríguez Piñeiro, José
Miguel Naharro, Ricardo Gandolfo. Sus páginas contuvieron una importante
columna de reseñas bibliográficas. Teresa Leonardi colaboró con importantes
ensayos y participó dentro de la institución de cursos y charlas. Queda para
una futura historia del psicoanálisis en Salta detectar la contribución de escritores
en estos espacios de formación analítica. En conversaciones tanto con Alejandra
Borla como con Antonio Gutiérrez, surge el recuerdo de la presencia de Kuky
como una maestra peripatética que ejerció generosamente la docencia en largas
charlas que contribuían con la formación en literatura y filosofía para los
investigadores que participaban del instituto.
En
2004 fallece Joaquín Giannuzzi. Ya nada será igual para Kuky, la muerte alzó su
dominio y apretó su cerebro. El amor
profundo ahogó todos los peces compartidos; el amante ya no estaba al alcance
del tacto, de la piel coalescente, ¿qué es la piel sino continuidad de
palabras, imaginación, lenguaje como mortal envoltura? Kuky, desollada,
peregrina extraviada hacía Campo Quijano donde se ha sembrado la cabeza de
Joaquín para que desde allí ejerza serenamente su materialismo escéptico. Su
triste figura adquiere una inusual fragilidad, ahora que la soledad de la dalia
juega en los talones un juego caprichoso, no habrá forma de distraerse del
dolor. Se sabía eterna a la par de Joaquín, y Joaquín, furtivo, comulgaba su
religión de materia difícil en una expansión continua de belleza, ambos se
consumían en caricias y poemas; yacían anhelantes esperando el calor del nuevo
día de la poesía y ahora tenían que vérselas con esta mala pasada del
miocardio. La lírica y su muerte natural cayó como el polvo silencioso del
universo y un violín último acompañó el entierro, cayó sobre las suaves colinas
que rodean esta ciudad y sobre todo el desolado cementerio de la poesía
argentina; reposó espesa, azarosa, en la boca de los jóvenes poetas que lo
despedían y sobre la mano trémula de los viejos amigos. Y una lírica leve cayó
como ceniza sobre los días y las noches futuras de Kuky y todo lo que quedaba
de ella.
Cuando
Jorge Lovisolo se hizo cargo de la cátedra de Historia de Filosofía
Contemporánea en 1985, Kuky ya estaba allí. Treinta y cuatro años de amistad
sin jamás sufrir un desencuentro hicieron de esta relación un refugio de
íntimas confidencias y de revelaciones intelectuales. Por supuesto que nuestra
poeta contó con entrañables amistades que trascendieron la vida académica y
literaria, bastaría nombrar a Juana Dib o a Ana Simesen de Bielke para ilustrar
el amoroso mundo que acompañó y contuvo los fervorosos y a veces difíciles
días; muchos han sido y serán, igualmente, algo más que compañeras de travesía,
amistad inquebrantable o luminosa constelación en la bóveda celeste de los
afectos donde brilla el satélite inquieto que las guió. Pero entre los
numerosos testimonios tomados para esta investigación, el de Lovisolo ha sido
un aporte inestimable sobre los días y las lecturas finales de Teresa Leonardi
Herran, porque entendemos que cuando a un bardo lo convoca el silencio, esa
perturbadora transición hacia la nada, no está mal perseguir sus últimas
intenciones, interpretar los gestos finales y estudiar sus postreras
advertencias. El gran libro de la vida se cierra con elocuentes párrafos nada
desdeñables antes que la trémula voz sea apagada por orondas salvas de retórica
que despedirán una vida sencilla dedicada a leer y escribir, y que amorosamente
no hizo otra cosa que enseñar a leer y a escribir.
Cuenta
Jorge que días antes de la internación realizaron sin saberlo o quizás sí, un
último paseo con Kuky; fueron hasta la localidad de Vaqueros a tomar un té. En
algún momento Jorge le advierte por su aspecto desmejorado y ella insinuó o
apenas dijo, no había nada de qué preocuparse, que todo estaba como debía
estar; luego continuaron en silencio hasta un bar sabiendo que no había mucho
más que agregar.
En
una entrevista inédita para FM Noticias realizada por Julio Haro en 2004 y que
se recuperó para esta investigación y se adjunta a los archivos entregados al
Fondo Nacional de las Artes, Kuky se refiere a los prolegómenos de la muerte en
estas palabras:
“[…] Fijate vos que para nosotros todavía la muerte
sigue siendo el gran tabú de occidente. No hemos aprendido a morir, ni
aceptamos la muerte, es uno de los temas que en estos momentos me apasiona a
nivel de las poéticas que asumen el tema de la muerte, como Rilke. Es un tema fundamental en la poética de
Rilke. Es un tema que, ya como teoría, estoy investigando. He leído dos libros
muy hermosos que se llaman, “Deseo y pulsión de muerte”, y otro, “Clínica de la
muerte”, su autora es una psicoanalista, que diferencia entre muertes eróticas
y muertes tanáticas, porque hay gente que muere dejando paz a los que están a
su alrededor, pero porque han sabido construir la muerte dentro de ellos
mismos. Nosotros deberíamos tener un aprendizaje de la muerte. Rilke, por
ejemplo, es alguien que nos enseña a morir […] “El Fedón” que es una de las
maravillas que ha escrito Platón, es toda una preparación para la partida. […]
En nuestra cultura contemporánea, primero que se es eterno, que se es joven
para siempre, que no hay enfermedad, ni muerte, ni vejez, que son las tres
cosas que encontró Gautama Buda cuando salió de su palacio: encontró que había
viejos, había enfermos y que la muerte era una realidad insoslayable. Entonces esta
es una cultura light donde se quiere tapar la realidad, y en ese tapar la
realidad aparece con mayor dolor el no haber estado preparado para ese momento,
y se muere indignamente. Rilke, tiene un poema hermoso que dice así: “Oh,
Señor, entrega a cada uno su propia muerte, que el morir nazca ciertamente de
esta vida, donde hubo amor, sentido y extravío”. Entonces hay que engendrar
dentro de uno ese, como el carozo que engendra la flor, nuestra propia muerte,
o sea la muerte digna de un ser humano […] hasta los animales se enseñan a
morir y nosotros no. Nosotros morimos entubados, lejos de los que amamos […] se
está haciendo un replanteo a nivel médico en Europa de que es un espanto eso de
la terapia intensiva, que es nada más que un gran negocio de los sanatorios.”
Luego
Jorge Lovisolo se refiere a un rodeo por la ciudad y la vuelta a casa con Kuky,
y una vez más como tantas otras veces a lo largo de años de afecto, abrieron al
azar el tomo cinco de “À la Recherche du temps perdu”, “Le Prisonnier”, para
continuar con la larga digresión estética que fue su amorosa amistad, porque
quizás sus vidas como la vida de los que aman y escriben, no sea más que un
problema estético, finito, insondable y vagamente estremecedor en medio de la
convulsión universal.
En
los agitados días de entrega del Informe Final de esta investigación, y en
plena búsqueda de los documentos oficiales que dieran cuenta de su actividad
política en los archivos de los Tribunales Federales de esta ciudad, di con su
testimonio en el juicio conocido como Megacausa – UNSa I por crímenes contra la
humanidad. Quiero dejar constancia aquí de los fragmentos de su palabra que
forman parte de los fundamentos de los jueces para dictar sentencia. Desconozco
a qué se refieren los teóricos con eficacia poética, pero sospecho que haber
sobrevivido para dar testimonio y narrar los hechos ante los tribunales y que
su palabra civil tanto como su poesía, condenen a la infamia y a un calabozo
común a los asesinos de nuestra historia, se parece mucho a ese concepto. No
voy a explayarme mucho más, voy a limitarme a transcribir aquellos párrafos que
los jueces usaron para dictar condena perpetua a esa banda de innombrables; un
puñado de falsos se han salvado de la condena: los instigadores, los hacedores
de listas, los serviles de los poderes de turno, los distraídos, los cobardes,
los justificadores del odio. Quede entonces la palabra de Kuky como un afiche
en la calle, desprolijo en medio de la construcción urbana de fe pública, para
que sus camaradas recuperen la esperanza y sus hermanas copulen con la lengua
del futuro y hagan de su memoria piel nueva frente al vergonzoso rostro del
crimen.
Con
voz de sumariante y eco de oficina pública puede leerse:
“En esa misma línea, la testigo Teresa Leonardi, quien
también era profesora en la universidad y fue dejada cesante en su rol en el
Departamento de Filosofía y fue desplazada en la organización del Taller de
Literatura que ejercía y en su lugar pasada -irónicamente según manifestó- al
sector de embalaje de correspondencia de la universidad. Dijo que no se
sorprendió por haber sido dejada cesante, porque tanto ella como otros
profesores sabían que al no compartir las ideas del gobierno nacional de Isabel
Martínez, iban a separarlos del cargo. Más tarde, en 1978, la declarante rindió
para un cargo de secretaria docente en el ámbito escolar y aunque quedó segunda
en el orden de mérito le informaron que no iba a ser la adjudicataria del cargo
pues no figuraba en las listas recibidas del Ejército y la SIDE […] En el mismo
sentido la testigo Teresa Leonardi, expresó en audiencia que admiraba a Silvia
Benjamina Aramayo, porque tenía mucho entusiasmo y apostaba por un mundo
alternativo. Que trabajaba en las villas y que a ese servicio lo compartía con
Georgina Droz -una de las víctimas de la Masacre de Palomitas-. Asimismo,
señaló que Holver Martínez Borelli permaneció en Salta hasta antes del golpe, y
se enteró posteriormente por los dichos de Santiago Sylvester, que se veía con
Martínez Borelli, para el año 1976, que este último le había ofrecido a Silvia
Benjamina, la posibilidad de irse del país y que ya estaba todo preparado para
que ella se exiliara. Agregó que Silvia Benjamina, siempre rechazó esa idea,
pues aunque sabía que había peligro, igual quería quedarse. También refirió la
testigo que la víctima se sentía vigilada y señalada. Lo mismo refirió el
entonces estudiante Rafael Segundo Estrada, quien dijo que existía una
persecución muy fuerte a todo los que desde dentro de la universidad apoyaban
la gestión del Dr. Ragone, y que muchos de ellos hoy están desaparecidos.”
Memoria
y olvido juegan en nosotros una desavenencia ineluctable en el corazón de la
vida; una copla popular salteña zanja drásticamente esa divergencia:
He visto muchos cantores
¿Entonces, sólo se trataba de cantar?
Teresa Alicia Leonardi Cattólica Herran, falleció el 26 de marzo de 2019 a las 15,30 hs. Sus restos descansan en el cementerio de la Divina Misericordia de nuestra ciudad; la poesía y el magisterio de Kuky viven en la conciencia revolucionaria de Salta.
Alejandro Morandini. Salta, septiembre de 2022
Introducción a Kuky, textos recobrados de Teresa Leonardi Herran
Primera edición El Demiurgo Editorial, Salta, diciembre 2023
Foto de tapa: Carolina Grillo
-se ha omitido para esta edición digital todas las notas al pie del ensayo-
Breve reseña biográfica
Teresa Leonardi Herran, nació en Salta en 1938. Profesora de Filosofía, ejerció la docencia primaria y universitaria. En 1982 integró la comisión fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, participó activamente de la vida política y gremial de su provincia.
Estuvo casada con el profesor Francis
Herran, con quién tuvo a su hijo, Martín Herran. Todos ellos comprometidos con
las luchas sociales de Salta y el desarrollo de sus instituciones educativas y
culturales.
Su obra poética ha sido galardonada
con diferentes premios y menciones, entre las que se destacan Poesía del noroeste argentino siglo XX,
de Santiago Sylvester; Doscientos años de
poesía argentina, de Jorge Monteleone y Poesía
social y revolucionaria del siglo XX, compilación de Jorge Brega.
Escribió Incesante memoria (1985); Blues
del contraolvido (1991); El corazón tatuado (1993), Rizomas (1996), Noticias de los comulgantes (2006), El que vino de lejos (2009), Diario intermitente (2011), Poesía reunida (2012), Incesante memoria -antología poética- (2018).
Falleció en la ciudad de Salta el 26
de marzo de 2019 luego de una intensa vida dedicada a la revolución y a la
poesía.